Jesús dijo a la gente:
Yo soy el pan de Vida.
El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y
sin embargo no creen.
Todo lo que me da el Padre
viene a mí, y al que venga a mí Yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquél que me envió.
La voluntad del que me ha
enviado es que Yo no pierda nada de lo que Él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi
Padre: que el que ve al Hijo y cree en Él tenga Vida eterna y que Yo lo resucite en el último día.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
El que viene a mí no pasara
hambre y el que cree en mí nunca pasará sed –dice Jesús-. Para saciar
nuestra sed de felicidad, de esperanza, de amor podemos encontrar muchas
fuentes. Los malos manantiales no saciarán nuestra sed. Los buenos manantiales
calmarán nuestra sed y nos recordarán que sólo Jesucristo puede saciarnos completamente.
“Como busca la cierva corrientes
de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío”
Me habéis visto y no creéis. Nosotros no hemos visto a Cristo, pero lo hemos experimentado, lo hemos sentido... y aún así la fe flaquea.
Me habéis visto y no creéis. Nosotros no hemos visto a Cristo, pero lo hemos experimentado, lo hemos sentido... y aún así la fe flaquea.
“Señor, fortalece nuestra fe.
Cura nuestra incredulidad”
La voluntad de Dios es dar
vida, darnos vida, darnos su propia vida. ¿Qué tenemos que hacer nosotros?
Acercarnos a Jesús, creer en Él, vivir de acuerdo con su Palabra. ¿Qué te dice
Dios? ¿Qué le dices?
Damos gracias a Jesús por ser
nuestro Pan y le pedimos que también nosotros seamos pan…
Pan
para saciar el hambre de todos.
Amasado
despacio, cocido en el horno de la verdad hiriente, del amor auténtico, del gesto delicado.
Pan
partido, multiplicado al romperse, llegando a más manos, a más bocas, a más
pueblos, a más historias.
Pan
bueno, vida para quien yace en las cunetas, y para quien dormita ahíto de otros
manjares, si acaso tu aroma despierta en él la nostalgia de lo cierto.
Pan
cercano, en la casa que acoge a quien quiera compartir un relato, un proyecto,
una promesa.
Pan
vivo, cuerpo de Dios, alianza inmortal, que no falte en todas las mesas.
Amén
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