Después que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo
vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había
quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en
la única barca que había allí, sino "que ellos habían partido solos.
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar
donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de
gracias.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no
estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las
barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra
orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes
me buscan, no porque
vieron signos, sino porque
han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento
perecedero, sino por el
que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del
hombre; porque es Él
a quien Dios, el Padre,
marcó con su sello».
Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de
Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que
Él ha enviado».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir,
Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
La gente
sigue a Jesús, pero Él sabe bien cual es la razón principal de este
seguimiento: “me buscáis porque habéis comido pan hasta hartaros”. ¿Por qué
seguimos nosotros a Jesús? ¿Por qué somos cristianos? ¿Buscamos a Dios o vamos
tras el pan o la tranquilidad que nos regala? Nos lo plantemos. Y pedimos a
Dios que nos ayude a purificar nuestra amistad con Él y con los demás.
Si quieres, Señor, puedes purificarnos... de nuestra desmesurada búsqueda de comodidad y "bienestar"; de nuestros horizontes chatos; de nuestra mirada miope que incluye a los nuestros y deja al margen a tantos...
Si quieres, Señor, puedes purificarnos... de nuestra desmesurada búsqueda de comodidad y "bienestar"; de nuestros horizontes chatos; de nuestra mirada miope que incluye a los nuestros y deja al margen a tantos...
Si quieres, Señor, puedes purificarnos... de los prejuicios con que
reducimos a los demás por miedo, de la violencia con la que nos
tratamos, de la indiferencia incluso con
los más cercanos...
Si quieres, Señor, puedes purificarnos... de nuestras hipocresías,
de nuestros cansancios y desencantos, de vivir como si no existieras, de buscar
sólo tus regalos y olvidarnos de Vos...
Si quieres Señor, puedes purificarnos... de nuestras faltas de confianza, de nuestras inseguridades, de nuestro
regateo de amor.
Si quieres, Señor, puedes llenarnos de tu compasión, despertarnos tus sueños,
fascinarnos con tu persona y con tu mensaje, tomarnos el corazón para la construcción de tu Reino, hacernos disponibles a tu llamada.
Trabajar por el alimento que
perdura hasta la vida eterna. ¿A qué dedicamos nuestro tiempo, nuestras
preocupaciones, nuestro trabajo? Muchos anuncios, muchas promesas, muchas rebajas, muchas oportunidades, muchas gangas...
Muchas voces susurran constantemente sus ofertas.
Con sus llamativas, vanas, huecas, ligeras palabras cubren su pobreza y cantan sus dudosas alabanzas.
Mas no me satisfacen, pues ni me alimentan, ni me quitan el hambre,
ni me liberan de los espíritus que traen males, ni curan mis enfermedades, ni alumbran
mis rincones oscuros.
Ni me traen buenas noticias, ni riegan mis esperanzas sociales ni satisfacen mis necesidades, ni me
defienden de sus intrigas, ni me acogen como persona,
ni me dan buenas sensaciones...
En este mar de palabras, de propaganda sofisticada, de ilusiones
engañosas, de ofertas apetecibles,
de oportunidades al alcance, de verdades
sin misterio, de doctrinas nuevas, de grandes productos, de soluciones a la carta...
de predicadores sin conciencia... yo sólo quiero dar crédito a tu palabra
buena y nueva, valiosa y gratuita, que me ofrece vida, la dignidad y la alegría.
Yo sólo quiero darte crédito a ti, que eres la palabra y la vida.
Creo, Señor, en ti, y creo que eres la Palabra auténtica.
La obra que
Dios quiere esta: que creáis en el que él ha enviado. La obra de Dios es la fe.
La fe es un regalo de Dios, un regalo que tenemos que cuidar como el don más
frágil y precioso. ¿La cuidamos, le ayudamos a crecer?
Amén
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