Se celebraba en Jerusalén la
fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el
Pórtico de Salomón.
Los judíos lo rodearon y le
preguntaron: «¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo
abiertamente». Jesús les respondió:
«Ya se lo dije, pero ustedes
no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas.
Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado,
es superior a todos y nadie
puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa».
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
“Os lo he dicho y no me creéis”. Cuántas veces
repitió Jesús estas palabras a los judíos y cuántas veces nos las dirige a
nosotros.
“Señor danos fe para creer en ti, para creer en tu
Palabra”
“No te canses de repetirnos tu Palabra. No cuesta
comprender”
“Danos paciencia para comprender al que le cuesta
creer”
“No me creéis, porque no sois
ovejas mías”. Creemos muy seguros que pertenecemos al rebaño de Jesús, pero en
muchas ocasiones escuchamos más y seguimos con más devoción a otros pastores, políticos,
periodistas, pensadores, eclesiásticos...
¿A qué pastores escuchas y
sigues?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le
dices?
“Mis ovejas reconocen mi voz, y
yo las conozco y ellas me siguen”. Para conocer la voz de Jesús hay que escucharla
muchas veces. Su voz de no es estridente, es suave y necesita silencio para
poder ser escuchada. Su voz se oye con más fuerza en el camino del seguimiento.
¿Qué haces para escuchar la voz
del Señor? ¿Qué podrías hacer?
¿Qué te dices Dios? ¿Qué le dices?
Pastor
de tu pueblo, Tú nos guiaste por mesetas montes y cañadas, con paciencia,
ternura y sabiduría, como los viejos pastores guían sus rebaños.
Hoy
estamos desorientados y sin sueños.
¿Por
qué no vienes a estar con nosotros un rato?
¿Por
qué no nos sacas de estos apriscos vanos?
¿Por
qué sigues sentado en tu trono de nubes?
Andamos
errantes por campos agostados sorbiendo el polvo y nuestro llanto; nos flaquean
el ánimo y las fuerzas y no encontramos un lugar de descanso.
Hemos perdido el horizonte que nos señalaste y somos víctimas de nuestros miedos, de nuestros anhelos frustrados en el camino, de nuestros egoísmos y laberintos diarios.
Hemos perdido el horizonte que nos señalaste y somos víctimas de nuestros miedos, de nuestros anhelos frustrados en el camino, de nuestros egoísmos y laberintos diarios.
Tú,
que eres buen pastor, con entrañas y corazón...
Tú,
que conoces a los tuyos por su nombre...
Tú,
que los defiendes de lobos y otros peligros...
Tú,
que prometiste darnos vida siempre...
¡Sílbanos tus alegres canciones que motivan, llévanos por tus caminos preferidos, condúcenos a los pastos que alimentan y a las fuentes refrescantes que Tú
conoces.
¡Muéstranos
tu rostro alegre y luminoso, como el sol nos ofrece generoso el suyo!
¡Guíanos, en estos tiempos de duda e incertidumbre, con paciencia, ternura y
sabiduría!
¡Reúnenos,
cúranos, defiéndenos y danos tu Espíritu!
Amén
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