Dijo Jesús:
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
El que cree en Él no es
condenado, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra
conforme a la verdad se acerca a
la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Jesús, el Hijo de Dios, ha
nacido y vivido, ha predicado y curado, ha amado y sufrido, ha muerto y
resucitado para salvarnos, para que tengamos vida eterna, para que disfrutemos
de la misma vida de Dios. Damos gracias.
Dios no puede hacer más. Nos
toca a nosotros creer en él, acogerle, acoger su mensaje en nuestra mente, en
el corazón, en la vida de cada día.
“Señor, creo pero aumenta mi
fe”
Tenemos que reconocer nuestra
maldad, nuestra pobreza, nuestro pecado: sabemos donde está la luz, la felicidad,
la alegría... pero preferimos las tinieblas, la tristeza, el sin-sentido.
“Señor, perdonamos”
“Danos sabiduría para descubrir
la luz y valentía para dejarnos iluminar".
Padre, tanto nos amaste que no te reservaste ni a tu propio Hijo Jesús y nos lo enviaste, para rescatarnos de nuestros pecados, miedos y soledades, con la fuerza de su amor, de tu amor.
Padre, tanto nos amaste que no te reservaste ni a tu propio Hijo Jesús y nos lo enviaste, para rescatarnos de nuestros pecados, miedos y soledades, con la fuerza de su amor, de tu amor.
Padre,
tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, se hizo humano como nosotros, se sometió a
la limitación del tiempo, a los rigores del frío y el calor, el hambre y el
fracaso, la cruz y la muerte.
Padre,
tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, nos regaló su Palabra para convencernos de
que en tu corazón sólo hay amor, compasión y perdón.
Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, curó enfermos y resucitó muertos para mostrarnos que el amor es más fuerte que el mal y la muerte.
Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, curó enfermos y resucitó muertos para mostrarnos que el amor es más fuerte que el mal y la muerte.
Padre,
tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, quiso quedarse entre nosotros en el pan de
la Eucaristía, en la luz de su Palabra, en la comunidad de los creyentes, en el
corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Padre,
tanto nos amaste que nos envías a muchas personas buenas, que nos invitan a
seguir el camino de la verdad, la justicia, el amor y la entrega.
Padre,
tanto amas a la humanidad que me llamas a mí, pobre criatura tuya, y me envías
para que sea portavoz de tu Palabra y portador de tu amor.
Gracias,
Padre, por tanto amor. Mil gracias, Padre.
No
has venido a juzgar nuestros fallos y tonterías sino a buscar a quien anda extraviado,
defender a quien está acusado, liberar a quien está aprisionado, curar a quien
está herido, acoger a quien está desamparado, lavar a quien está manchado,
sanar a quien está enfermo, levantar a quien ha caído, salvar a quien se siente culpable, perdonar a quien ha pecado, devolver la dignidad
a quien la ha perdido.
Tú
que crees en nosotros, Tú que esperas de nosotros, Tú que nos amas más que
nosotros mismos, Tú que eres mayor que todos nuestros pecados,
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.
recréanos y danos un futuro nuevo y mejor.
Amén
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