Cuando Jesús se enteró de que
Juan Bautista había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se
estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y
Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta
Isaías:
"¡Tierra de Zabulón,
tierra de Neftalí, camino del
mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en
tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz".
A partir de ese momento, Jesús
comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Jesús recorría toda la
Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del
Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se
extendió por toda la Siria, y llevaban a todos los enfermos, afligidos por
diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos,
y Él los sanaba. Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la
Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
"Una
luz les brilló". Una luz nos ha brillado, una luz que ilumina no sólo el
día de Navidad, ilumina todos nuestros días. ¿Te estás dejando iluminar por
Dios? ¿Qué le dices?
Parecía que no había esperanza.
Que el mundo se resquebrajaba entre balas y trincheras.
Un manto de olvido había cubierto la fraternidad.
Un hombre encaraba a otro a cara de perro, a grito
de odio.
Cada quién peleaba, desquiciado, por reforzar su
puerta por elevar su tapia,
por aislar su parcela.
por aislar su parcela.
Recelosos se miraban, de soslayo, los vecinos.
Un silencio agobiante envolvió los corazones.
Cada ciudad se transformó en un inmenso carnaval que
enmascaraba la verdad
tras muecas pintadas.
tras muecas pintadas.
Hasta que llegó el profeta.
Su sentencia firme rompió el embrujo: “Mirad que
llega vuestro Dios”.
Lo dijo bajito, lo repitió más fuerte y otras voces
se sumaron a la suya.
Como un río poderoso el verbo se hizo promesa y
despertó la ilusión dormida.
Nadie podrá evitar que el amor tenga la última
palabra.
Amén
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