Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de
los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Delante de Él había
un hombre enfermo de hidropesía.
Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿Está
permitido sanar en sábado o no?» Pero ellos guardaron silencio.
Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo sanó y lo despidió. Y
volviéndose hacia ellos, les dijo: «Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo
su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca enseguida, aunque sea sábado?»
A esto no pudieron responder nada.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
En este
evangelio Jesús muestra su poder, curando al enfermo, y su sabiduría, al hacer
callar a los fariseos antes de que hablen.
“Señor,
haznos generosos y astutos, para hacer el bien”
Los
fariseos tienen la tendencia de utilizar la ley para condenar a los demás y
conocen todos los resquicios para cumplir la ley sin cumplirla. Jesús, en
cambio utilizar la ley para hacer el bien y nunca se la salta en provecho
propio, sólo cuando está en juego la vida de las personas. Se juega su fama (y
su vida), por salvar, por dar vida a los que más sufren.
Jesús,
Señor, hermano, amigo, quiero arriesgar mi
vida por amar, por servir, por liberar, arriesgar contigo,
siguiendo tu Evangelio.
No
quiero ser conformista ni dejarme conducir por criterios
egoístas.
Quiero
jugarme entero por la limpieza del alma, por el
amor verdadero, por esa santa belleza del universo creado, que nos confiaste a todos para su cuidado.
Y
quiero ser caminante, peregrino, creador humilde,
criatura inteligente.
Escojo
ir de la mano con los pobres de la tierra, luchando por
la justicia, por la paz de un mundo nuevo.
Te
pido, Señor, tu Espíritu, soplo de tu alegría, presencia de
tu amor y fuente de mi energía,
Y la
ayuda de tu Madre María, mujer de esperanza, servidora creyente.
Amén.
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