Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y
cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así
como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre,
santificado sea tu Nombre, que venga tu
Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos a aquéllos que nos ofenden; y no nos dejes caer en
la tentación»
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Pocas
explicaciones necesita el Padre nuestro. Te proponemos que los reces despacio
una vez y después te centres en aquellas palabras en las que hayas encontrado
consuelo, o sentido una llamada, o te hayan provocado alguna resistencia
interior.
Si
quieres, puedes leer el Padrenuestro de Dios, compuesto por José Luis Martín
Descalzo:
"Hijo
mío, que estás en la tierra, preocupado, solitario, tentado. Yo conozco perfectamente tu
nombre y lo pronuncio como santificándolo, porque te amo. No, no estás solo, sino habitado por Mí, y juntos construimos este Reino
del que tú vas a ser el heredero. Me gusta que hagas mi voluntad, porque mi
voluntad es que tú seas feliz, ya que la gloria de Dios es el hombre viviente. Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan para hoy, no te preocupes, sólo
te pido que sepas compartirlo con tus hermanos. Sabes
que perdono todas tus ofensas antes incluso de que las cometas, por eso te pido
que hagas lo mismo con los que a ti te ofenden. Para
que nunca caigas en la tentación tómate fuertemente de mi mano y yo te libraré
del mal pobre y querido hijo mío."
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