Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó
a decir: «Ésta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro
que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el
Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de
esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra
para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay Alguien que es más que
Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta
generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de
Jonás y aquí hay Alguien que es más que Jonás».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida? Pueden ayudar estas ideas:
Nos
cuesta convertirnos de verdad al Señor. Y ponemos excusas y justificaciones,
algunas realmente buenas; pero excusas, al fin y al cabo: “Si Dios me diese una
prueba de su existencia”, “Si Dios cambiara mi forma de ser”, “Si viera un
milagro”. ¡En qué aprieto nos pondría Dios si convirtiera una tinaja de agua en
vino! Algo tendríamos que inventar.
Sin
embargo, hay personas que se conforman con menos. Los ciudadanos de Nínive se
convierten por la predicación de Jonás, y la reina del Sur al escuchar la
sabiduría de Salomón.
Si
hiciéramos más a menudo memoria de todas las maravillas que Dios ha hecho en
nosotros, pediríamos menos signos, seríamos más agradecidos, crecería nuestra
esperanza y viviríamos más felices.
Señor
Jesús, hemos recibido mucho de ti, pero no acabamos de
convertirnos, de cambiar de vida.
Nos has
proclamado la Buena Noticia de que Dios nos ama, pero no
acabamos de abrir el corazón para acoger su amor.
Nos has
mostrado que Dios no se cansa de perdonar, pero,
cuando pecamos, seguimos huyendo de Dios.
Nos has
dicho que Tú quieres bendecirnos desde los pobres, pero no
les damos espacio suficiente en nuestro corazón y nuestro tiempo.
Te has
presentado ante nosotros como el agua viva, pero preferimos
otras aguas que no calman nuestra sed.
Has
venido a este mundo para liberarnos de todas las cadenas, pero seguimos teniendo miedo a que recortes nuestra libertad.
Nos has
enseñado que sólo los entregan su vida son felices, pero estamos
demasiado preocupados de nosotros mismos.
Tú nos
has dado tu Palabra, tu Espíritu, tu vida, pero nosotros
seguimos siendo tacaños contigo.
Señor,
ayúdanos a reconocer todo lo que has hecho por nosotros, a fiarnos de ti y de tu palabra, cada día un poco más, para que, a pesar de nuestras miserias y contradicciones, tu amor nos convierta a una vida más entregada y feliz.
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