En aquel tiempo:
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea,
Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que
echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme,
y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo
siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de
Zebedeo, ya su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre,
arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su
padre, y lo siguieron.
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
En medio de nuestras
ocupaciones cotidianas Jesús nos dice «sígueme». San Andrés y los primeros
discípulos responden generosamente y dejan las redes. Él mira hoy amorosamente
nuestras vidas y nos llama. Él espera tu respuesta. Dios da una vocación a cada
persona. La vocación es cómo Dios quiere hacerte feliz. Hay que responder para
ser feliz.
¿Cómo saber lo que Dios
quiere de mí? Puede que te llame a la vocación matrimonial, a la vida religiosa
o sacerdotal... ahí no acaba la cosa. En la oración Dios deja un poso, ahí te
dice cómo quiere que le sirvas y te provoca y da fuerzas para que respondas. En
tu vida, determinadas personas han sido luz y te han indicado el camino. Dios
también habla en los problemas que conmueven tus entrañas: el hambre, las
familias rotas, los niños abandonados, los ancianos, los transeúntes... el
rostro de Jesús se manifiesta en los hermanos necesitados y te piden una
respuesta.
Repasa lentamente algunos de
estos momentos en tu vida. ¿A dónde apuntan? ¿Qué giro le pide Dios a tu vida?
Pide luz para ver y confianza para responder. Da siempre gracias.
Todo
comenzó con un encuentro fortuito un día cualquiera a eso
de las cuatro de la tarde, una
hora sin programaciones.
Tú
pasaste cerca y alguien les
dijo quién eras; ellos te
siguieron sin decir nada, e, intrigado, les preguntaste: ¿Qué buscáis?; y te respondieron al estilo gallego:
¿Dónde
vives, Rabí? Tú seguiste el
diálogo diciéndoles: Venid y lo
veréis.
Y
en un solo día se enamoraron de ti.
Así
comenzó a tejerse el tapiz de tus sueños, y el de ellos, y el
nuestro, y el de otros que no
sabemos...
Los
primeros hilos fueron dos amigos y vecinos que compartían inquietudes y maestro, Andrés y Juan Zebedeo; después,
el hermano de uno de ellos, Simón Pedro; y a continuación, Felipe, un
vecino de todos conocido e inquieto, que se lo contó a su amigo de siempre, Natanael, que era recto y bueno y un poco escéptico, al
cual tú ya le habías echado el ojo viéndolo ocioso.
Así,
con muchos hilos finos y gruesos, y de colores muy diversos... hasta llegar a nosotros.
Y gracias a este tejer, en red y gratis, tu nombre y buena noticia resuenan todavía en nuestro mundo e historia como algo que merece la pena y da alegría.
Y gracias a este tejer, en red y gratis, tu nombre y buena noticia resuenan todavía en nuestro mundo e historia como algo que merece la pena y da alegría.
Y
nosotros
vamos aprendiendo a ser discípulos
tuyos en esta tierra, día a
día, Señor.
Amén
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