Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Se levantará nación contra nación y reino contra
reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes: se verán
también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los
perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados: los llevarán
ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que
puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberá preparar su
defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de
sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y
hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán
odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les
caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir,
Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Os echarán mano, os
perseguirán... hasta vuestros padres y hermanos y amigos os traicionarán. ¿Por
qué? ¿Por hacer "cosas malas"? Precisamente por lo contrario: por ser
seguidores de Jesús, por buscar la justicia, por ser testigos de la verdad, por
trabajar por la paz.
"Señor, ayúdame a
encajar la cruz de la incomprensión, del rechazo, de la persecución"
"Ayúdame a estar cerca
de los que sufren por los hermanos"
Yo os daré palabras y sabiduría...
ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. El Señor está cerca siempre y
especialmente cuando sufrimos, cuando no somos comprendidos por su causa.
Aunque, a veces, cuando pasamos malos momentos se nos nubla incluso la fe,
parece que hasta Dios se ha ocultado.
"Padre, me pongo en tus
manos"
"Tu rostro buscaré
Señor"
Con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras almas. El mundo se salva, nosotros nos salvamos cuando
seguimos amando al recibir traiciones, cuando ponemos la otra mejilla por el
Reino, cuando apostamos por la comunidad y no recibimos de ella más que
incomprensión, cuando rezamos, a pesar de no sentir nada. Pedimos al Señor el
don de la perseverancia para nosotros y para todas las personas que titubean
ante la cruz.
Señor, Jesús, que supiste
dar confianza de tu confianza en Dios, especialmente en los momentos de
dificultad: en el cansancio de los caminos de Judea, en la predicación estéril
a tus propios convecinos, en la asechanza constante de los fariseos, en la
angustia y la soledad de huerto de los olivos, en la traición de los amigos, en
el camino doloroso y humillante hacia el Gólgota, en la agonía de la muerte, en
el sin-sentido, en la oscuridad…
Danos un corazón como el
tuyo, confiado y paciente, para que también nosotros seamos capaces de dar
testimonio en las dificultades, grandes o pequeñas, que acompañan nuestra vida
de discípulos; ayúdanos, Señor, a parecernos a ti, que eres manso y humilde de
corazón; enséñanos a ser discípulos, no sólo en la comodidad de los días claros
y limpios, sino también en los problemas que nos inquietan cada día; que tu luz
brille siempre, Señor, y nos ilumine en todas nuestras oscuridades.
Amén
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