martes, 8 de noviembre de 2016

SUPONGAMOS QUE UNO DE USTEDES TIENE UN SERVIDOR



Jesús dijo a sus discípulos:

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: «Ven pronto y siéntate a la mesa»? ¿No le dirá más bien: «Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después»? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Es verdad que todos necesitamos “palmaditas en la espalda”, que sea reconocido y agradecido nuestro trabajo. Sin embargo, no podemos trabajar y comprometernos para obtener premios y regalos, como los niños. Pedimos a Dios que nos conceda amar sin esperar nada a cambio, gratuitamente

A veces queremos “ajustar las cuentas” con Dios, nos parece que no nos paga lo suficiente, le exigimos que nos compense nuestros desvelos y tareas. No tiene sentido. Dios nos lo ha dado todo, antes de que nosotros lo hubiéramos pedido, nos ha dado mucho más de lo que podríamos merecer. Por eso, tenemos que decir: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Señor, ¿merece la pena decir la verdad? ¿trae cuenta renunciar a caprichos?

¿Tiene sentido ser generoso y compartir? ¿Qué voy a recibir por ser buen cristiano? ¿Qué me vas a dar por seguirte?

A veces siento, Señor, que no merece la pena, que es mejor buscar únicamente mi interés dejar de sentir los problemas de los demás y vivir la vida alegremente, sin renunciar a nada.
Así lo siento... y no me gusta esta sensación.

Sé qué tú das el ciento o el mil por uno, incluso el cien por cero o el mil por nada, que tú pagas sin saber si vas a recibir algo; pero a veces no lo siento así, Señor, y te pido que me ayudes a experimentarlo.

Señor, ayúdame a comprender y a sentir que amar y servir a los demás es un regalo, que vivir en la verdad es una gracia tuya, que Tú haces posible mi esfuerzo y mi renuncia, que seguirte y estar a tu lado es el mejor don, que somos pobres siervos y sólo hemos hecho lo que debíamos.

Amén

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