Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los
excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no
caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos
los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar
a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el
Hijo del hombre.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
"No se os embote la
mente". La advertencia de Jesús es quizá en nuestro mundo todavía más
necesaria que en la Palestina del Siglo I. Hay muchos intereses que quieren que
no funcione nuestra mente. Se invierte mucho dinero para que pensemos lo que
conviene a los que pagan. Y muchas veces consiguen sus propósitos: no nos llama
la atención que cada día mueran miles de niños por hambre, por el
aborto... Parece normal que empleemos más dinero en colonias, deportes,
espectáculos que en solidaridad. Podríamos poner mil ejemplos. ¿Qué embota mi
cabeza?
Pedimos a Dios que nos ayude
a descubrir y a superar las trampas que continuamente se tienden a nuestro paso.
"Estad
despiertos". No os traguéis cualquier cosa. Pensad ¿qué se dice? ¿Quién lo
dice? ¿Para qué lo dice? ¿A quién beneficia? Rezad ¿qué me dices tú, Señor? La
Palabra de Dios no tiene intereses en esta tierra, mejor dicho, tiene un sólo
interés: la felicidad de todos. Pensar y rezar son los mejores medicamentos
para combatir la enfermedad del sueño.
Las advertencias de Jesús
son importantes. No es lo mismo estar despiertos o dormidos, con mente embotada
o clara. Nos jugamos mucho. Nos jugamos la salvación. Es decir, nos jugamos que
nuestra vida tenga sentido o no. Nos jugamos ser felices o no. Nos jugamos que
otras personas vivan felices o no.
Señor, nos quieres en vela, despiertos,
atentos, sin perdernos una, con los ojos fijos en ti y en el mundo en el que
vivimos, en las personas que gozan y sufren a nuestro lado; porque Tú estás
presente en todo lo que sucede y nos hablas desde cada acontecimiento.
Señor,
nos quieres en vela, siempre en camino, siempre en pie, siempre superando
etapas y afrontando nuevas rutas, siempre discriminando lo que más conviene, siempre
preparados para lo que haga falta.
Señor,
líbranos del vicio y la bebida, de la preocupación del dinero, del activismo,
los agobios y prisas, de las obsesiones, la comodidad y la pereza, de todo lo
que nos anestesia de todo lo que nos impide verte.
Señor,
danos la fe necesaria para que, desde la caridad, nos encuentres siempre en
vela para verte, y con el corazón abierto, para acogerte; para disfrutar de la
paz y la alegría que sólo Tú nos puedes dar.
Amén
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