El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro
con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del
sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras
estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con
vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a
levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los
muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que El les
decía cuando aún estaba en Galilea: "Es necesario que el Hijo del hombre
sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al
tercer día"». Y las mujeres recordaron sus palabras.
Palabra del Señor
En
el evangelio de la fiesta de este día Jesús les dice a sus discípulos: esta es
la voluntad de mi Padre: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo
resucite en el último día; que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida
eterna. Jesús en el huerto de los olivos, también sintió un sentimiento
primario de miedo y pánico ante la muerte, pero su amor y su comunión con el
Padre vencieron rápidamente su temor. Con sentimiento primario dijo: que pase
de mí este cáliz, pero su amor y su comunión con el Padre le hicieron también
rápidamente decir: que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Jesús de Nazaret
vivió siempre sabiendo que tenía que morir en esta tierra, antes de ir,
definitivamente, a la casa de su Padre.
También
nosotros debemos tener esta esperanza cierta, esta vivencia, del gozo inmenso
que tendremos para siempre en la casa de nuestro Padre. Así podremos vencer,
humanamente hablando, el temor y el pánico, que espontáneamente sentimos ante
la muerte. Así también nosotros, los cristianos, tenemos la esperanza firme y
cierta de que Jesús nos ha preparado ya un sitio en la casa de su Padre donde,
después de esta vida, gozaremos con él de la presencia eterna y gozosa de Dios.
Celebremos
nosotros también esta fiesta de los difuntos con gozo y esperanza, como
celebramos ayer la fiesta de todos los santos y digamos con el salmista: El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El
Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Espero gozar de la
dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten
ánimo, espera en el Señor.
Amén
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