Jesús dijo a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre
tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy
vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero
después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le
dijo lo mismo y éste le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál
de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro
que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes
por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y
las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo,
se han arrepentido ni han creído en él».
Palabra del
Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Teóricamente nosotros somos
del grupo que hemos respondido generosamente a la llamada de Dios a trabajar en
su viña, pero en la realidad ¿trabajamos o no?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le
dices?
¿Estamos atentos para que
Dios nos pueda llamar a trabajar en su viña? La mejor manera de no tener que
trabajar es estar sordo a las llamadas de Dios. Y Dios nos llama desde su
palabra, desde las personas que nos rodean, desde el interior del corazón...
¿Cómo podrías escuchar mejor
al Señor? ¿Qué te dice? ¿Qué le dices?
Además Jesús nos promete
sorpresas: Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino
del reino de Dios. En el reino de Dios no valen títulos, ni denominación de
origen. Se trata de creer en Jesús y avanzar por el camino de la justicia.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, yo quiero acogerte en este adviento, en esa navidad, quiero
abrirte las puertas de mi corazón de par en par.
Sabes que mi mayor deseo es trabajar en tu viña, para que la esperanza
y el amor de la Navidad lleguen a todos.
Señor, quiero acogerte, pero pocas veces encuentro tiempo, deseo
trabajar en tu viña, pero me dedico a otras cosas.
Ayúdame, Señor, a no dejarme llevar por el orgullo, la pereza, el
miedo, la prisa, el qué dirán, los compromisos que me fabrico para sentirme
importante...
Líbrame de todo lo que me aleja de lo que más quiero y deseo: vivir
contigo, acoger tu amor, trabajar a tu lado, en favor de los más débiles, para
construir juntos tu Reino.
Señor, que no sea de los primeros en querer y desear y de los últimos
en ponerme manos a la obra.
Amén
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