Jesús dijo a los judíos:
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan el
Bautista, y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre;
si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y
ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que Yo
tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a
cabo. Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ni siquiera Jesús, el Hijo
de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las
obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los
cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras
y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la
fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de
Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Sabemos que Jesucristo es el
camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para
traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en
Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué
podríamos hacer acogerle con más decisión y alegría en esta “recta final” del
adviento? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?
Te
damos gracias, Padre, por Jesucristo, tu Hijo.
Te
damos gracias, Padre, por Juan Bautista.
Juan
es el amigo, Cristo es el Esposo.
Juan
es la voz, Cristo es la Palabra.
Juan
es la lámpara, Cristo es la Luz.
Juan
es el precursor, Cristo es el Mesías.
Juan
es el mensajero, Cristo es el Mensaje.
Juan
anuncia la necesidad de allanar el camino, Cristo es el Camino.
Juan
bautiza con agua, Cristo bautiza con Espíritu Santo y fuego.
Te
damos gracias, Padre, porque cuentas con nosotros, para continuar la misión de Juan Bautista.
Que
nuestra vida y nuestra voz griten que Tú estás cerca, en el desierto de aldeas, pueblos y ciudades,
en el desierto del vacío interior de
muchas personas.
Que
con nuestro compromiso, Señor, Tú allanes los senderos, eleves los valles de depresión, la
desilusión y la desconfianza, rebajes
montes de orgullo y colinas de injusticia, y endereces deseos y sentimientos torcidos.
Padre
nuestro, danos la fuerza de tu Espíritu, para seguir el estilo de vida de Juan Bautista, para abrazar su pobreza y su austeridad,
para defender la verdad con palabras
directas y certeras, para ser
humildes y no pretendamos grandezas humanas, para que nunca queramos ser salvadores de nada y de nadie, para que en nuestro corazón el pecado mengüe
y Cristo crezca.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario