El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad
de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre
perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era
María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está
contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó
desconcertada y se
preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
«No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande
y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su
padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel:
«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún
hombre?»
El Ángel le respondió:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será
llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su
vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque
no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces:
«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí
según tu palabra».
Y el Ángel se alejó.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir,
Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Para que Jesucristo naciera
hace 2000 años, Dios necesitó el "si" de una mujer: María. Para que
Dios nazca hoy en ti, en tu familia, en tu mundo, Dios necesita tu
"si"
¿Escuchas su propuesta?
Dios quiere nacer y quiere
que tú lo des a luz. ¿No te lo crees? ¿Te parece una bobada? ¿Te parece
imposible? Recuerda: para Dios nada hay imposible, El Espíritu de Dios vendrá
sobre ti...
Haz
de nosotros lo que Tú quieras, Señor; que nosotros queremos ser como María.
Pero, aunque pretendemos darte un sí, a veces el miedo nos frena, en otras
ocasiones estamos inseguros, también nos dejamos llevar por la comodidad o por
lo que hace la mayoría y nos escapamos de tu camino.
Pero
queremos decirte un sí rotundo: a tu forma de tratar a la gente, a tu
sensibilidad para todos, a tu sencillez más total, a tu manera de servir, a
intentar ser los últimos, a cuidar a los más frágiles, a levantar a los caídos,
a liberar a los angustiados, a poner alegría en los desanimados, a ilusionar a
los deprimidos, a curar a nuestros enfermos, a jugar como los niños y a cuidar
la amistad contigo.
Señor, de verdad que sí, que queremos ser de los tuyos, que intentamos vivir a tu manera, aunque demasiadas veces se nos olvida.
Señor, de verdad que sí, que queremos ser de los tuyos, que intentamos vivir a tu manera, aunque demasiadas veces se nos olvida.
Llévanos
fuerte de tu mano y ayúdanos a sentir la alegría de quienes se dejan amar y
guiar por Ti
Yo
te saludo, María, porque
el Señor está contigo; en tu
casa, en tu calle, en tu pueblo, en
tu abrazo, en tu seno.
Yo
te saludo, María, porque
te turbaste -¿quién no lo haría
ante tal noticia?-; más enseguida recobraste paz y ánimo
y creíste a un enviado cualquiera.
Yo
te saludo, María, porque
preguntaste lo que no entendías -aunque
fuera mensaje divino-, y no
diste un sí ingenuo ni un sí ciego, sino que tuviste diálogo y palabra propia.
Yo
te saludo, María, porque
concebiste y diste a luz un
hijo, Jesús, la vida; y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar y cuidar si queremos hacer a Dios presente en esta
tierra.
Yo
te saludo, María, porque
te dejaste guiar por el Espíritu y
permaneciste a su sombra, tanto
en tormenta como en bonanza, dejando
a Dios ser Dios y no
renunciando a ser tú misma.
Yo
te saludo, María, porque
abriste nuevos horizontes a
nuestras vidas; fuiste a cuidar a tu prima, compartiste la buena noticia, y no te hiciste antojadiza.
Yo te saludo, María, por ser alegre y agradecida y reconocer que Dios nos mima, aunque nuestra historia sea pequeña y nos olvidemos de sus promesas.
Yo te saludo, María. ¡Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, camina con nosotros, llévanos junto a los otros y mantén nuestra fe!
Yo te saludo, María, por ser alegre y agradecida y reconocer que Dios nos mima, aunque nuestra historia sea pequeña y nos olvidemos de sus promesas.
Yo te saludo, María. ¡Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, camina con nosotros, llévanos junto a los otros y mantén nuestra fe!
Amén
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