Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista,
Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo
supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús
vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le
dijeron: «Éste es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud
para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos».
Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan,
denles de comer ustedes mismos».
Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco
panes y dos pescados».
«Tráiganmelos aquí», les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara
sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos
al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y
ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que
sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil
hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Jesús quiere
alejarse de la gente en barca a un sitio tranquilo y apartado. Pero tiene que
cambiar sus planes, porque lo siguieron por tierra desde los pueblos.
Cuando nos
proyectamos un plan, normalmente nos cuesta cambiarlo, sobre todo si reduce
nuestra tranquilidad.
¿Qué te dice
Dios? ¿Qué le dices?
Jesús vio a la gente, sintió lástima y actuó. Sin
embargo, en muchas ocasiones no queremos ver la necesidad de la gente, no
queremos enterarnos del sufrimiento de muchas personas. Y cuando vemos y
sentimos lástima, no damos el paso siguiente: la acción, el compromiso. Nos
parece que no podemos hacer nada. Y nos guardamos nuestros cinco panes y
nuestros dos peces.
¿Te detienes a mirar, a descubrir el dolor de las
personas?
¿Te dejas conmover?
¿Tu compasión es activa o se contenta con el
lamento?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Tu
poder multiplica la eficacia de la humanidad y crece cada día en nuestras manos la obra de tus manos.
Nos
señalaste un trozo de la viña y nos
dijiste: -Venid y trabajad.
Nos
mostraste una mesa vacía y nos
dijiste: -Llenadla de pan.
Nos
presentaste un campo de batalla y nos
dijiste: - Construid la paz.
Nos
sacaste al desierto con el alba y nos
dijiste: -Levantad la ciudad.
Pusiste
una herramienta en nuestras manos y nos
dijiste: Es tiempo de crear.
Escucha
a esta hora el rumor del trabajo con que
tantas personas se afanan en tu heredad.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos.
Amén
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