En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Les
aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo;
pero si muere, da mucho fruto.
El que ama su vida la perderá; pero el que odia su
vida en este mundo la conservará para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, y donde yo
esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme será honrado por mi Padre».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Jesús fue el sembrador y la semilla. San Lorenzo fue
sembrador y semilla. ¿Escuchas la llamada a ser semilla: “Algo me está diciendo
que me entregue totalmente y me sepulte en lo oscuro de la tierra, en la
esperanza de ser transformado en árbol. ¿Por qué para ir hacia arriba, tengo
que ir hacia abajo, y pensar que todo un árbol puede brotar de mí?”
San Lorenzo, oyente
atento y cumplidor fiel de la palabra de Dios:
En los días de su vida
sembró con generosidad: semillas
del amor, de la fe, de la esperanza en
el corazón de sus hermanos.
Cuando soportaba los
crueles tormentos recordó la
compasión del Señor y se acogió a
su misericordia eterna.
Cayó y murió como grano
de trigo en la tierra pero el
Padre premió su servicio generoso y
dio mucho fruto: el ciento por uno.
Dichosos nosotros si,
como San Lorenzo, escuchamos y
cumplimos la Palabra Dios.
Gracias Lorenzo, por el
testimonio de tu vida y de tu muerte.
Gracias Señor por darnos
santos que, como Lorenzo, nos ayudan a vencer las dificultades de la vida.
Gracias Señor, porque en
el testimonio y valentía de tus mártires, nosotros podemos contemplar tu grandeza.
Multiplica en nosotros,
Señor, los dones de tu amor. Haznos
fuertes y generosos, al estilo de San Lorenzo.
Que sepamos compartir con
los demás los verdaderos tesoros de tu Iglesia: la fraternidad, la justicia, el amor, la verdad.
Que procuremos no tanto
ser servidos sino servir, para que siempre y en todo lugar se haga tu voluntad Señor, tú me pides que no
me cuide tanto.
Me llamas a tomar
riesgos, a no poner mi seguridad en falsos dioses ni en mis éxitos personales, a
no guardar mi vida en inversiones propias, que no tienen un fondo en Ti.
Ayúdame, Señor, a cambiar
mi modo de pensar.
Que yo pueda entender que
perdiéndome por ti es como gano la vida verdadera.
Tú me llamas a ganar mi
vida en el servicio a los necesitados, a ser palabra para los pobres, a dar
vista los ciegos y ser compañía para los que están solos y los que sufren.
Quiero ganarte sólo a ti,
Señor.
Señor, como San Lorenzo,
te doy gracias, porque vivo a la sombra de tu amorosa omnipotencia y Tú eres mi
amparo en el peligro y en la dicha.
Por eso te digo:
"Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti"
Tú me librarás de la red
de la mentira, de esa peste funesta llamada egoísmo.
Me protegerás con tus
plumas del sol de mediodía, bajo tus alas me refugiarás de la tormenta.
Tu brazo es mi escudo y
mi armadura.
A tus ángeles has dado
órdenes para que me guarden en tus caminos;
Me llevarás en tus palmas, para que mi pie no tropiece en la piedra.
Por eso, no temeré el
miedo de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a
mediodía.
Gracias, Señor, porque te invoqué y me escuchaste; me puse junto a ti, me protegiste y me libraste.
Gracias, Señor, porque te invoqué y me escuchaste; me puse junto a ti, me protegiste y me libraste.
Sé que estarás conmigo en
la tribulación, me defenderás, me glorificarás, me saciarás de largos días y me harás ver la salvación, la felicidad más
grande.
Amén
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