miércoles, 10 de agosto de 2016

EL QUE QUIERA SERVIRME, QUE ME SIGA



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que ama su vida la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor.

El que quiera servirme será honrado por mi Padre».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Jesús fue el sembrador y la semilla. San Lorenzo fue sembrador y semilla. ¿Escuchas la llamada a ser semilla: “Algo me está diciendo que me entregue totalmente y me sepulte en lo oscuro de la tierra, en la esperanza de ser transformado en árbol. ¿Por qué para ir hacia arriba, tengo que ir hacia abajo, y pensar que todo un árbol puede brotar de mí?”

San Lorenzo, oyente atento y cumplidor fiel de la palabra de Dios:

En los días de su vida sembró con generosidad: semillas del amor, de la fe, de la esperanza en el corazón de sus hermanos.

Cuando soportaba los crueles tormentos recordó la compasión del Señor y se acogió a su misericordia eterna.

Cayó y murió como grano de trigo en la tierra pero el Padre premió su servicio generoso y dio mucho fruto: el ciento por uno.

Dichosos nosotros si, como San Lorenzo, escuchamos y cumplimos la Palabra Dios.

Gracias Lorenzo, por el testimonio de tu vida y de tu muerte.

Gracias Señor por darnos santos que, como Lorenzo, nos ayudan a vencer las dificultades de la vida.

Gracias Señor, porque en el testimonio y valentía de tus mártires, nosotros podemos contemplar tu grandeza.

Multiplica en nosotros, Señor, los dones de tu amor. Haznos fuertes y generosos, al estilo de San Lorenzo. 

Que sepamos compartir con los demás los verdaderos tesoros de tu Iglesia: la fraternidad, la justicia, el amor, la verdad.

Que procuremos no tanto ser servidos sino servir, para que siempre y en todo lugar se haga tu voluntad Señor, tú me pides que no me cuide tanto.

Me llamas a tomar riesgos, a no poner mi seguridad en falsos dioses ni en mis éxitos personales, a no guardar mi vida en inversiones propias, que no tienen un fondo en Ti.

Ayúdame, Señor, a cambiar mi modo de pensar.

Que yo pueda entender que perdiéndome por ti es como gano la vida verdadera.

Tú me llamas a ganar mi vida en el servicio a los necesitados, a ser palabra para los pobres, a dar vista los ciegos y ser compañía para los que están solos y los que sufren.

Quiero ganarte sólo a ti, Señor.

Señor, como San Lorenzo, te doy gracias, porque vivo a la sombra de tu amorosa omnipotencia y Tú eres mi amparo en el peligro y en la dicha.

Por eso te digo: "Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en Ti"

Tú me librarás de la red de la mentira, de esa peste funesta llamada egoísmo.

Me protegerás con tus plumas del sol de mediodía, bajo tus alas me refugiarás de la tormenta.

Tu brazo es mi escudo y mi armadura.

A tus ángeles has dado órdenes para que me guarden en tus caminos;

Me llevarás en tus palmas, para que mi pie no tropiece en la piedra.

Por eso, no temeré el miedo de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a mediodía.

Gracias, Señor, porque te invoqué y me escuchaste; me puse junto a ti, me protegiste y me libraste.

Sé que estarás conmigo en la tribulación, me defenderás, me glorificarás, me saciarás de largos días y me harás ver la salvación, la felicidad más grande.

Amén

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