martes, 23 de agosto de 2016

AY DE USTEDES FARISEOS, DESCUIDAN LA JUSTICIA, LA MISERICORDIA Y LA FIDELIDAD



Jesús habló diciendo:

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Los fariseos cumplen los preceptos más pequeños y descuidan los más grandes, filtran el mosquito y se tragan el camello. Otras personas dicen cumplir las importantes y descuidan las pequeñas, buscan la justicia y la paz en el mundo y sin embargo no cuidan los detalles sencillos que hacen la vida agradable a los demás.

¿En qué grupo te encuentras?

¿Cómo cuidamos nosotros el derecho, la compasión y la sinceridad?

Estemos en cualquiera de estos dos grupos, Jesús nos dirige las mismas palabras, llenas de sabiduría: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello”

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

El Evangelio de hoy es una llamada a vivir el DERECHO, la JUSTICIA, la COMPASIÓN, la SINCERIDAD y la INTERIORIDAD.

Señor, quiero cambiar mi vida.

Quiero fuerza interior para cambiar el mundo.

Ayúdame, Señor, a buscar mi rostro, a descubrirme por dentro con sinceridad,
a aceptarme como en realidad soy.

Ayúdame a aguantar mis miedos, mis inseguridades, a superar mis fracasos y salir de mis desilusiones.

Ayúdame a valorar mis capacidades y mis valores, a tener fe en la fuerza que has puesto en mi corazón.

Ayúdame a saber comenzar cada día, apoyado en Ti y en mis hermanos.

A pesar de mi debilidad y mis contradicciones, quiero empeñarme, comprometerme en el mundo de los que sufren; dejar de decir sólo palabras y mojarme en hechos.

Quiero vivir en mi carne el dolor de las personas rotas; sobrevivir con los que sobreviven apenas; saber lo que es vivir con poco o con nada.

Aquí estoy, Señor Jesús, con las manos abiertas a la ayuda; con el corazón cercano al que sufre; queriendo ser no violento.

Aquí estoy, Señor, para aprender que sólo el amor cambia la vida; para denunciar sin odios las injusticias; para llevar esperanza a las personas pisoteadas.

Señor Jesús, sé que tu vida se complicó demasiado, por seguir este camino de verdad, compasión y justicia; que te acorralaron y te condenaron; que te clavaron en un madero como un maldito; que te mataron para que las cosas siguiesen igual.

Pero yo sé que tú diste la vida con amor; que tu vida, tu estilo de vida, no podía quedar en el sepulcro; que tu Padre, Señor de la Historia, te levantó, te puso en pie.

Yo sé que resucitaste. Y contigo resucitó tu obra.

Lo sé. Y creo en ti, Señor Resucitado, y, con tu ayuda, seguiré tus pasos.

Amén

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