Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había
hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era
doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el
mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande
y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los
Profetas».
Palabra del Señor
Jesús, gracias por recordarme que lo más importante es amarte en los demás. El mantener una relación personal contigo en la oración debe ser la prioridad en mi vida. Creo, espero y te quiero, ilumina mi oración para que el amor me transforme.
Señor, enséñame a ser fiel y amar a los demás con tu caridad divina.
Medita lo que Dios te
dice en el Evangelio.
Los dos horizontes del
Reino.
Resumir toda la Escritura, poner en una frase todo
el mensaje de Dios a lo largo de la historia… Esto es lo que Cristo nos dice en
este Evangelio. Pero no se trata de una fórmula mágica que resuelve todos los
problemas; es, más bien, el doble horizonte que da sentido a la vida, el criterio
para ir en la dirección correcta.
Primero Cristo nos habla de un horizonte hacia lo
alto. “Amarás al Señor tu Dios…” Es verdad que hay muchas responsabilidades,
necesidades y problemas en nuestra vida. A veces demasiados, y a veces como si
nos estiraran en todas las direcciones… Sin embargo, en medio de ese aparente
desorden, existe un punto firme, central, que pone en la proporción todo lo
demás: «…con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.»
Señor, quiero que seas Tú el fondo y el sentido de todo lo que hago. Que mi trabajo, mis amistades, mis pasatiempos sean para Ti y por Ti en primer lugar. Quiero amarte con todo mi corazón, y por eso te ofrezco todo lo que hay en él: mis intereses, mis deseos, también mi necesidad y mí pecado…
En segundo lugar, tenemos el horizonte alrededor de
nosotros, con todos aquellos hombres y mujeres que encontramos a nuestro lado.
Cristo nos invita a amarlo también en nuestros hermanos y hermanas, buscando el
bien de ellos como si fuera nuestro propio bien. ¿Amamos más nuestro interés, o
la necesidad del otro? «Amarás a tu prójimo como a ti mismo…» El que ama de
verdad siente la alegría del otro como propia, se entristece por la tristeza de
su hermano. Al igual que Cristo, que construyó el Reino de los cielos amando a
su Padre sobre todas las cosas y amándonos hasta el extremo, dándose totalmente
a nuestra salvación.
Señor, ayúdame a amar
como Tú amas, extendiendo mi corazón en los dos horizontes que me muestras.
Enséñame a amar hoy un poco más, a darme un poco más, y así contribuir en la
edificación de tu Reino en mi vida.
«Estas palabras nos
recuerdan ante todo que el amor por una persona, y también por el Señor, se
demuestra no con las palabras, sino con los hechos; y también “cumplir los
mandamientos” se debe entender en sentido existencial, de modo que toda la vida
se vea implicada. En efecto, ser cristianos no significa principalmente
pertenecer a una cierta cultura o adherir a una cierta doctrina, sino más bien
vincular la propia vida, en cada uno de sus aspectos, a la persona de Jesús y,
a través de Él, al Padre.»
Reflexión: La religión consiste en amar a
Dios. El versículo que cita Jesús es parte del Shema: el “credo” básico y
esencial del judaísmo. Esta frase, con la cual también hoy se da inicio a cada
servicio litúrgico hebraico, es el primer texto que todo joven hebreo aprende
de memoria. Significa que debemos dar a Dios un amor total, un amor que
controla nuestras emociones, que dirige nuestros pensamientos y que mueve cada
una de las acciones.
La verdadera religión comienza con el amor y la
entrega total de la vida a Dios. Este amor a Dios debe salir de nuestro corazón
y convertirse en amor a los hombres. Observemos el orden de los mandamientos:
primero debe venir el amor a Dios y después el amor al prójimo. Sólo podemos
querer verdaderamente a los hombres si amamos a Dios. Esto sucede porque hemos
sido creados a su imagen y semejanza.
También en la sociedad actual el amor a Dios es un
factor insustituible. Si eliminamos el amor a Él, con más facilidad se abre el
camino a la impaciencia, a la rabia y al odio entre lo hombres. Así, la paz y
la convivencia fraternal desaparecen.
Diálogo con Cristo: Jesús, dame la gracia de amar a los demás con todo mi esfuerzo y buena voluntad. Que mi amor no sea sólo un buen, pero vago, deseo sino que se concretice en buenas obras. Quiero contemplarte, experimentar tu cercanía para que pueda aprender a querer a los demás, especialmente a los más cercanos, como Tú me quieres.
Diálogo con Cristo: Jesús, dame la gracia de amar a los demás con todo mi esfuerzo y buena voluntad. Que mi amor no sea sólo un buen, pero vago, deseo sino que se concretice en buenas obras. Quiero contemplarte, experimentar tu cercanía para que pueda aprender a querer a los demás, especialmente a los más cercanos, como Tú me quieres.
Propósito: Examinar mi conciencia y,
honestamente, evaluar la espontaneidad, la profundidad y la extensión de mi
caridad hacia los demás, especialmente con aquellos que supuestamente amo más.
Amén
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