jueves, 27 de noviembre de 2014

VENDRÁ EL HIJO DEL HOMBRE SOBRE UNA NUBE



Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:

Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad que se alejen; y los que estén en los campos que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.

¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.

Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.

Palabra del Señor
 

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

Otra vez Jesús utiliza un lenguaje simbólico, difícil de comprender para nosotros. El panorama que dibuja es desolador: destrucción, venganza, signos en los astros... Sin embargo, a pesar de todo, las últimas palabras de Jesús son esperanzadoras: "levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación". Aunque a veces no lo parezca, hasta en las situaciones más dolorosas, Dios está presente y busca nuestra liberación, nuestra felicidad.

Podemos pensar en situaciones difíciles que hemos vivido. Y recordar cómo a pesar de todas las apariencias negativas, Dios se ha hecho paso y nos ha ido salvando poco a poco. Damos gracias. Si no hemos descubierto la presencia de Dios en los momentos dolorosos de la vida, le pedimos que nos conceda luz para saber descubrirlo.

Dios nos pone a veces en camino de personas que sufren mucho, que no tienen un futuro esperanzador. Y nos pide que les ayudemos a levantarse, a caminar, a disfrutar de la salvación, del amor de Dios y de los hermanos.



Señor, las catástrofes y las guerras encogen mi corazón.

En el mundo hay demasiada injusticia, demasiada violencia.

Me llega al corazón el sufrimiento de los pobres y los inocentes.

Hasta en las familias y en la Iglesia falta entendimiento.

En mi corazón se acumulan tristezas y fracasos.

Y mi pobre esperanza se seca, como una hoja en otoño.

Levanto los ojos al cielo y pronuncio tu nombre: ¡Jesús!

Y Tú me dices: “No tengas miedo. Confía en mí.

Levanta la cabeza, Se acerca vuestra liberación.

Yo estoy con vosotros, todos los días hasta el fin

Mi amor es más fuerte que todas las desgracias juntas”.

Y mi esperanza comienza a reverdecer de nuevo.

Gracias por esta esperanza, más fuerte que el dolor y la muerte.

Que la fuerza del Espíritu me ayude a cuidarla y a compartirla.

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