Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina
está próxima. Los que estén en Judea que se refugien en las montañas; los que
estén dentro de la ciudad que se alejen; y los que estén en los campos que no
vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está
escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos
días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este
pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las
naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de
los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra,
los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de
las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que
sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder
y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza,
porque está por llegarles la liberación.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo
hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar
estas ideas:
Otra
vez Jesús utiliza un lenguaje simbólico, difícil de comprender para nosotros.
El panorama que dibuja es desolador: destrucción, venganza, signos en los
astros... Sin embargo, a pesar de todo, las últimas palabras de Jesús son
esperanzadoras: "levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra
liberación". Aunque a veces no lo parezca, hasta en las situaciones más
dolorosas, Dios está presente y busca nuestra liberación, nuestra felicidad.
Podemos
pensar en situaciones difíciles que hemos vivido. Y recordar cómo a pesar
de todas las apariencias negativas, Dios se ha hecho paso y nos ha ido salvando
poco a poco. Damos gracias. Si no hemos descubierto la presencia de Dios en los
momentos dolorosos de la vida, le pedimos que nos conceda luz para saber
descubrirlo.
Dios
nos pone a veces en camino de personas que sufren mucho, que no tienen un
futuro esperanzador. Y nos pide que les ayudemos a levantarse, a caminar, a
disfrutar de la salvación, del amor de Dios y de los hermanos.
Señor,
las catástrofes y las guerras encogen mi corazón.
En el
mundo hay demasiada injusticia, demasiada violencia.
Me
llega al corazón el sufrimiento de los pobres y los inocentes.
Hasta
en las familias y en la Iglesia falta entendimiento.
En mi corazón se acumulan tristezas y fracasos.
Y mi
pobre esperanza se seca, como una hoja en otoño.
Levanto
los ojos al cielo y pronuncio tu nombre: ¡Jesús!
Y Tú me
dices: “No tengas miedo. Confía en mí.
Levanta
la cabeza, Se acerca vuestra liberación.
Yo
estoy con vosotros, todos los días hasta el fin
Mi amor
es más fuerte que todas las desgracias juntas”.
Y mi
esperanza comienza a reverdecer de nuevo.
Gracias
por esta esperanza, más fuerte que el dolor y la muerte.
Que la
fuerza del Espíritu me ayude a cuidarla y a compartirla.
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