Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vio la
ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras
comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con
empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con
tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra,
porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio
en mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Jesús
lloró. Lo acabamos de leer en este evangelio. Jesús sufre sobre todo con el
sufrimiento de las personas. Se deja afectar por los problemas de los demás. No
pasa de largo. No se cierra en sus problemas.
"Gracias
Jesús porque sufres por mi, por nuestro mundo"
"Ayúdame
Señor a compartir las alegrías y los problemas de los demás"
"Si
al menos tu comprendieras..." La historia de Jesús es la historia de un
incomprendido. No le comprende la gente que lo escucha, ni siquiera sus mismos
discípulos. En muchas ocasiones el evangelio nos dice que los más
cercanos no le entienden. También a nosotros nos cuesta entender. Hay
palabras difíciles de entender y vivir: cruz, sacrificio, perdón, humildad,
entrega...
"Ayúdame
Señor a entender tu palabra"
"Gracias
Señor por tener paciencia conmigo"
Jesús
pronuncia las palabras del Evangelio de hoy pocos días antes morir. A
pesar de no ser comprendido, Jesús sigue amando, sigue entregándose por
aquellos que le rechazan. ¡Cuanto nos cuesta amar a los que no nos entienden y
sufrir por aquellos que nos ignoran! Necesitamos la fuerza del Espíritu para
avanzar por este camino.
"Dame
Señor un corazón generoso como el tuyo"
"Gracias
Padre por las personas que me aman gratuitamente"
"Concédeme
Señor tu Espíritu de entrega"
Jesús,
al acercarte a Jerusalén y ver la ciudad, dijiste llorando: -¡Si al menos tú
comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a
tus ojos. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne
a sus polluelos bajo sus alas y no has querido!
Al
acercarte a mi vida, me dices llorando: -¡Si al menos tú comprendieras lo mucho
que te amo; si al menos tú comprendieras que estoy siempre dispuesto a
acompañarte, a escucharte, a consolarte, a darte fuerza; si al menos tú
cuidaras a tus hermanos más necesitados!
Señor,
sé que tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que tú eres pan y no me
acerco a saciar mi hambre; sé que tú eres paz y no me acerco a curarme de mis
inquietudes; sé que tú eres alegría y prefiero quedarme a solas con mi
tristeza...
Prefiero hacer otras cosas, acercarme a
otras personas, aunque sé que sólo tú puedes colmar el gran corazón que me
diste. Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada día a ti,
sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por ti, para vivir
como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de la gallina.
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