lunes, 17 de noviembre de 2014

SEÑOR, QUE YO VEA OTRA VEZ



Cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»

Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»

«Señor, que yo vea otra vez».

Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado». En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:


"Jesús, ten compasión de mi". Son las palabras del ciego, las palabras de los leprosos... las nuestras. Con esta sencilla oración reconocemos nuestras pobrezas personales y sociales, y no pedimos nada concreto a Jesús. Rezar "Ten compasión de mi" es decir "Dame lo que tú quieras, tú lo puedes todo, tú sabes mejor que yo lo que necesito". Podemos orar haciendo nuestros los sentimientos y palabras del ciego.

¿Cuáles son nuestras cegueras? ¿Está bien nuestra mirada? ¿Cómo miramos a Dios, como Padre? ¿Vemos en las personas hermanas y hermanos nuestros? ¿Qué vemos en el dinero y en las cosas? Pedimos a Dios luz para descubrir y reconocer nuestras cegueras personas, familiares, sociales.

A veces creemos que nuestras cegueras, nuestras pobrezas son solamente un estorbo, una desgracia. Y tenemos la sensación de que reconocer nuestra miseria nos hunde, nos anula. Más bien al contrario. Si no somos conscientes de nuestra debilidad ¿cómo vamos a comprender y perdonar la debilidad de los otros? Si no reconocemos que a veces no tenemos nada bueno que ofrecer a Dios ¿Cómo vamos a experimentar que Él nos quiere gratuitamente? El que se humilla, será enaltecido, dice Jesús.


Tú no eres Señor, un Dios impasible, no eres distante y duro con los hombres.

Tú conoces nuestra debilidad, nuestras tendencias orgullosas, violentas y egoístas.

Conoces bien todas nuestras miserias.

Tú eres misericordioso y compasivo.

Tú padeces y compadeces.

Tú eres compasión.

Compadécete de nosotros.

Ven, Señor, a socorrernos, y danos un corazón nuevo, un corazón limpio y sincero, un corazón lleno de compasión.

Qué sintamos la impotencia del caído y le ayudemos a levantarse.

Qué compartamos el dolor del enfermo y le cuidemos.

Qué miremos con misericordia al que se equivoca y le enseñemos el Camino.

Qué suframos el miedo del cobarde y le animemos.

Qué padezcamos la decepción del engañado y le mostremos la Verdad.

Qué comprendamos el vacío del violento y le ayudemos a buscar la paz.

Qué soportemos el pesimismo del desilusionado y sembremos esperanza.

Qué probemos la necesidad del hambriento y le ofrezcamos pan y cariño.

Qué hagamos nuestra la rabia del golpeado y lo tratemos con dignidad.

Que nos compadezcamos del egoísta y le amemos.

Quédate con nosotros, para ser cada día más parecidos a ti. Amén.

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