miércoles, 12 de noviembre de 2014

SEÑOR, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS



Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaria y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»

Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados.

Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.

Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

"Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Con estas pocas palabras aquellos leprosos están expresando mucho. Por un lado reconocen su necesidad, su pobreza... Por otro ponen en evidencia su confianza en Jesús. Podemos repetir estas mismas palabras con humildad y con fe.    

Jesús cura. Nos devuelve la salud a veces "de golpe"; en otras ocasiones –las más- lentamente. A nosotros nos gustaría que nos curara de un día para otro, sin embargo, normalmente, Dios elige tiempos más largos... y más fecundos. Dios nos cura desde la oración de cada día, desde las personas que nos quieren, desde el encuentro con él en los sacramentos, desde la lectura de su Palabra.

¿Me he sentido curado alguna vez por Jesús? ¿De rencor, de envidia, de pesimismo, de avaricia, de...? Doy gracias.    

¿Me dejo curar por Jesús? ¿Pongo los medios? A veces no. Pido perdón y fuerza para dejarme curar.


Sólo uno volvió para dar gracias. Que importante es dar gracias. Para dar gracias tenemos que tener los ojos abiertos y descubrir todo lo bueno que cada día recibimos de Dios, de los hermanos. Dando gracias nuestras heridas cicatrizan mejor y el corazón del que nos ayudo se llena de alegría. No es por casualidad que el sacramento más importante de la vida cristiana sea la Eucaristía =acción de gracias.

    
Gracias, Señor, por la aurora y por el nuevo día.

Gracias por el sol que nos calienta e ilumina.

Gracias por la luna que alivia oscuridades.

Gracias por el viento, los árboles, los animales...

Gracias por la casa que nos acoge y protege.

Gracias por las sábanas, las toallas y los pañuelos.

Gracias por poder vestir cada día ropa limpia.

Gracias por el agua que brota en cada grifo.

Gracias por los alimentos de la despensa y la heladera.

¡Cuantas cosas tenemos, Señor, y a veces no somos conscientes!

Y sobre todo, Señor, gracias por tu amistad, tu perdón y tu compañía.

Gracias por el cariño de los amigos y la familia.

Gracias por las personas que hoy me ayudarán a sonreír y a seguir adelante.

Gracias por las personas a las que hoy podré amar y servir.

Gracias...

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