Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a
través de Samaria y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro
diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús,
Maestro, ten compasión de nosotros!»
Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en
el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios
en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole
gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los
otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este
extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
"Jesús,
maestro, ten compasión de nosotros". Con estas pocas palabras
aquellos leprosos están expresando mucho. Por un lado reconocen
su necesidad, su pobreza... Por otro ponen en evidencia su confianza en
Jesús. Podemos repetir estas mismas palabras con humildad y con
fe.
Jesús
cura. Nos devuelve la salud a veces "de golpe"; en otras ocasiones –las
más- lentamente. A nosotros nos gustaría que nos curara de un día para otro,
sin embargo, normalmente, Dios elige tiempos más largos... y más fecundos. Dios
nos cura desde la oración de cada día, desde las personas que nos quieren,
desde el encuentro con él en los sacramentos, desde la lectura de su Palabra.
¿Me he
sentido curado alguna vez por Jesús? ¿De rencor, de envidia, de pesimismo,
de avaricia, de...? Doy gracias.
¿Me
dejo curar por Jesús? ¿Pongo los medios? A veces no. Pido perdón y fuerza para
dejarme curar.
Sólo
uno volvió para dar gracias. Que importante es dar gracias. Para dar gracias
tenemos que tener los ojos abiertos y descubrir todo lo bueno que cada día
recibimos de Dios, de los hermanos. Dando gracias nuestras heridas cicatrizan
mejor y el corazón del que nos ayudo se llena de alegría. No es por casualidad
que el sacramento más importante de la vida cristiana sea la Eucaristía =acción
de gracias.
Gracias,
Señor, por la aurora y por el nuevo día.
Gracias
por el sol que nos calienta e ilumina.
Gracias
por la luna que alivia oscuridades.
Gracias
por el viento, los árboles, los animales...
Gracias
por la casa que nos acoge y protege.
Gracias
por las sábanas, las toallas y los pañuelos.
Gracias
por poder vestir cada día ropa limpia.
Gracias
por el agua que brota en cada grifo.
Gracias
por los alimentos de la despensa y la heladera.
¡Cuantas
cosas tenemos, Señor, y a veces no somos conscientes!
Y sobre
todo, Señor, gracias por tu amistad, tu perdón y tu compañía.
Gracias
por el cariño de los amigos y la familia.
Gracias
por las personas que hoy me ayudarán a sonreír y a seguir adelante.
Gracias
por las personas a las que hoy podré amar y servir.
Gracias...
No hay comentarios:
Publicar un comentario