Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de
los principales fariseos.
Uno de los invitados le dijo: «¡Feliz el que se siente a la mesa en el
Reino de Dios!»
Jesús le respondió: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a
mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los
invitados: "Vengan, todo está preparado". Pero todos, sin excepción,
empezaron a excusarse. El primero le dijo: "Acabo de comprar un campo y
tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes". El segundo dijo: "He
comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes".
Y un tercero respondió: "Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir".
A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y éste,
irritado, le dijo: "Recorre en seguida las plazas y las calles de la
ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y, a los
paralíticos".
Volvió el sirviente y dijo: "Señor, tus órdenes se han cumplido y
aún sobra lugar".
El señor le respondió: "Ve a los caminos y a lo largo de los
cercados, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa.
Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar
mi cena"».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Muchas veces pensamos que Dios sólo llama para
complicarnos la vida. Sin embargo, la llamada de Dios es ante todo una
invitación a participar en un banquete suculento, donde no falta ningún manjar.
“Perdón, Señor, por dudar de tu generosidad”
“Enséñanos a mostrar también la cara más amable de
tu Evangelio”
En bastantes ocasiones ponemos excusas: soy
demasiado joven, tengo mucho trabajo, tengo que preparar un examen, ahora me
voy a casar, tengo que atender a mis hijos, ahora no tengo fuerzas...
Encontramos excusas hasta debajo de las piedras. Pedimos perdón.
El Señor abre su banquete a todos, a los pobres,
lisiados, ciegos y cojos. Y nosotros ¿abrimos nuestra casa, nuestra
generosidad, nuestra amistad a los pobres? ¿o estamos siempre refugiados
en aquellos que pueden devolver los favores que les hacemos? ¿Qué te dice Dios?
¿Qué le dices?
Señor, tenemos hambre y sed... de amor, de
esperanza, de alegría, de entrega, y Tú nos dices: Venid, comed pan sin pagar,
bebed vino y leche de balde.
La oración en un banquete, la Eucaristía es un
banquete, la solidaridad es un banquete.
Pero ponemos excusas: somos demasiado jóvenes o
demasiado viejos, tenemos mucho que estudiar o mucho que divertirnos, el
trabajo ocupa todo nuestro tiempo, hoy no puedo, tengo prisa, quizá mañana.
¿Qué nos pasa, Señor?
Tenemos sed y no bebemos el agua más fresca.
Tenemos hambre y no comemos el pan más tierno.
Tenemos frío y no nos acercamos al fuego que no se
apaga.
Nos sentimos solos y no nos dejamos acompañar por
Ti.
Señor, te pido que, al menos hoy, no te ponga
excusas y me acerque a Ti, sin miedos, sin reservas, sin
prisas.
Que al menos hoy acepte el pan de tu amor y el vino
de tu alegría.
Que al menos hoy sepa servir a quien me necesite.
Que al menos hoy sepa compartir la alegría de ser
tu hijo.
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