lunes, 10 de noviembre de 2014

SEÑOR, AUMÉNTAME LA FE



Jesús dijo a sus discípulos:

«Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!

Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo, y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».

Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe».

Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería».

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:


En muchas ocasiones no valoramos las consecuencias de lo que hacemos y decimos en las personas que nos ven y nos oyen. Nuestra vida influye en las personas que nos rodean positiva o negativamente. Por eso, hemos de tener cuidado, especialmente si estamos delante de "pequeños" en edad, en forma de pensar, en dinero...

"Señor, perdona mi falta de sensibilidad con los hermanos"

"Dame sabiduría y fuerza para hacer y decir lo que más ayude a los hermanos"


¿Qué hacemos cuando alguien nos ofende? ¿Le decimos algo o lo criticamos a su espalda? ¿Intentamos corregirle o lo dejamos por imposible a las primeras de cambio? ¿Procuramos que mejore o lo mandamos a paseo? Es menos comprometido pensar: "es mayor, ya sabe lo que se hace" que "todos necesitamos que nos ayuden para crecer".

Y cuando le decimos algo ¿Cómo lo hacemos? ¿Con cariño o con resentimiento? ¿Pensando las cosas o a boca-jarro? ¿Para desahogarme o para ayudarle?

"Dame Señor fuerza para corregir con cariño y humildad para dejarme corregir"

"Gracias Señor por las personas que me han corregido"

"Perdona Jesús porque a veces no confío en los hermanos"


Si tuvierais fe... La fe es un don, un regalo, es gratuita. Pero tenemos que abrir de par en par el corazón, la cabeza y las manos para acogerla. Acogemos la fe cuando rezamos, cuando nos formamos para comprender mejor los contenidos que creemos, cuando hacemos lo que Dios nos dice, aunque nos dé miedo

"Creo, Señor, pero aumenta mi fe"

"Gracias Padre por el regalo de la fe"

"Quiero fiarme de ti. Haz de mí lo que quieras"

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