Entonces Pedro con los once a su lado, se pusó de pie, alzó la voz y se dirigió a ellos diciendo:
"Amigos judíos y todos los que se encuentran en Jerusalén, escuchenmé, pues hay algo que deben saber. No se les ocurra pensar que estamos borrachos, pues son apenas las nueve de la mañana, sino que se etá cumpliendo lo que anunció el profeta Joel:
-Escuchen lo que sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre cualesquiera que sean los mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos.
En aquellos días derramaré mi Espíritu sobre missiervos y mis siervas profetizarán.
Haré prodigios arriba en el cielo y señales milagrosas abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes de que llegue el día grande del Señor. Y todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará-
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