Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo:
"Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen
a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que
está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer
la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a
quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y
si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo
mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos
como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Este
evangelio nos dice: “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.
En otras páginas de la Biblia leemos: “sed misericordiosos como vuestro Padre
es misericordioso” y “sed santos como vuestro Padre es santo”. Parece claro que
para Dios ser santos, ser perfectos y ser misericordiosos es la misma cosa.
“Miseri-cor-dia”
= “miserables-corazón-dar”, significa dar el corazón a los miserables, a los
pobres, a los que no pueden o no quieren devolveros el favor. Dios es
misericordioso porque nos ha dado su corazón, su amor, a nosotros, que nunca
podremos devolverle ni una centésima parte.
En esta
Cuaresma, ¿a que “indeseable” tengo que amar, por que “enemigo” tengo que
rezar, a que “insociable” tengo que saludar? Quizá si le amamos, si rezamos por
él, si le saludamos... descubrimos que no es ni tan indeseable, ni tan enemigo,
ni tan insociable.
Padre
bueno, que nos descubriste mediante tu Hijo, la alegría del perdón, la valentía
del amor al enemigo, el imperativo de "no juzgar", te pedimos que borres
tus reclamaciones de nuestro libro, como haremos nosotros con las nuestras.
Así
conseguiremos un libro blanco y limpio, dispuesto para los mensajes de alegría
de bondad, de fraternidad, de amor.
Haznos
sentir el perdón como un tesoro recibido de ti y generador de convivencia
pacifica, hasta tal punto que no necesitemos volver a reclamar, porque todos
los rencores quedarán ahogados.
Tú, que
nos conoces por dentro y que podrías llenar mil páginas con los fallos de
nuestra biografía personal pero prefieres la indulgencia, haznos capaces de
imitarte en nuestras relaciones difíciles con el prójimo.
Te lo
pedimos por Jesucristo, tu hijo y Señor nuestro.
Amén
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