Jesús dijo a sus
discípulos:
«El Hijo del hombre
debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».
Después dijo a todos:
«El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su
cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera
salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué
le servirá al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se arruina a sí
mismo?»
Palabra del
Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pueden
ayudar estas ideas:
El verbo triunfar
no existe en el Evangelio. Jesús no recorre un camino de éxito humano, si no un
camino de rechazo, de sufrimiento, de muerte. Y nos invita a seguirlo, a
caminar a su lado: “en pos de mi”.
Jesús no es un
masoquista, no busca el sufrimiento, no se fabrica la cruz ni se la pone
encima. Jesús asume la cruz que le toca desde la experiencia del amor del
Padre.
Jesús no nos invita
a sufrir, nos invita a seguirlo, y para ello hay que cargar con nuestra cruz,
no con la que me gustaría o la que masoquistamente me fabrico, sino con la que
me toca.
Ese camino de seguimiento pasa por el dolor pero
lleva a la Vida que no se acaba, a la felicidad auténtica, profunda y
verdadera; ese camino me lleva a ganarme a mi mismo a ser y a vivir como Hijo
de Dios.
¿Cuál es en esta cuaresma mi verdadera cruz?
¿Con qué actitudes la asumo y la llevo?
¿Me siento acompañado y sostenido por Jesús y unido a las demás
personas con sus cruces?
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