Jesús volvió a embarcarse hacia la otra orilla del
lago.
Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y
no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación:
«Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de
Herodes». Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.
Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no
tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente
enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas
canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco
mil personas?»
Ellos le respondieron: «Doce».
«Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas
canastas llenas de trozos recogieron?»
Ellos le respondieron: «Siete».
Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?»
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
Jesús advierte a sus discípulos de las
malas maneras que gastan los fariseos y Herodes. Pero entienden las palabras de
Jesús como un reproche contra ellos. A los discípulos les cuesta entender
a Jesús. ¡Es tan distinto a todo lo que han conocido!
A nosotros nos pasa lo mismo. Tenemos dificultades
para comprender. Por eso, necesitamos paciencia, mucha paciencia, para asumir
que la santidad es una larga carrera, en la que los retrocesos y los parones forman
parte de su desarrollo. Lo importante es querer avanzar y poner los medios para
hacerlo.
"Señor, dame paciencia para no tirar la
toalla"
"Ilumíname con tu luz, Señor"
"Dame la fuerza de tu Espíritu"
Pero no gastemos toda la paciencia con nosotros
mismos. Necesitamos también emplearla con los demás. En ocasiones no nos
comprenden, o nos comprenden poco o muy lentamente.
"Señor, perdona mi falta de comprensión"
"Ayúdame a esperar en mis hermanos"
"Gracias por las personas que han sido
pacientes conmigo"
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