Llegaron
los fariseos, que comenzaron a discutir con Jesús; y, para ponerlo a prueba, le
pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué
esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo».
Y
dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Palabra
del Señor
¿Qué me quieres decir,
Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
Jesús
curaba ciegos, rengos, mudos... Jesús da de comer a miles de personas con unos
pocos panes... Jesús espabila la esperanza de los tristes, levanta a los
que se caen... Sin embargo para los fariseos no es suficiente.
Por eso, piden a Jesús un signo del cielo.
A
veces también nosotros somos así. Hemos visto la luz de Dios en algunos
momentos, hemos sentido su amor en nuestro corazón... Pero no nos basta. Y
estamos pidiendo continuamente a Dios que se nos manifieste, que nos de
pruebas de su existencia, de su cercanía, de la vocación a la que nos llama...
Bajo
las olas agitadas del odio, ¡cuánta bondad, Señor, y cuánto
amor hay en nuestro mundo!
El
bien queda oculto a las
miradas superficiales y sólo se descubre con los
ojos del corazón.
Hay
que sanar el corazón para poder contemplar las maravillas del
Espíritu.
Sorprender
al pobre que da a otro pobre la moneda que él necesitaba para vivir; encontrar a
la mujer que ya ha perdonado a quien acaba de asesinar a su hijo; conocer al
apóstol que deja
a su padre y a su madre, que abandona su casa, su lengua, su
cultura, su país y marcha
para siempre a anunciar
la Buena Nueva a los pobres.
Señor,
ilumina los ojos de nuestro espíritu, descúbrenos las maravillas que realizas continuamente en
nosotros y enséñanos
a cantar el magníficat de acción de gracias para alabanza
de tu gloria.
Amén.
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