Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un
centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y
sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a sanarlo».
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi
casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo,
que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están
a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y
cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro
que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que
muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham,
Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
"No
he encontrado en nadie tanta fe". La fe en Jesucristo es la nota que
define nuestro ser cristiano. Y en este tiempo de Adviento la Palabra nos
invita a crecer en la fe. ¿Cómo podemos acoger a Jesús que viene, si no tenemos
fe? ¿Cómo podremos descubrirle presente en el mundo y en nuestro
corazón si nuestra confianza en él falla? ¿Cómo rezar "Ven Señor
Jesús" si no creemos?
"Creo Señor, pero aumenta mi fe"
Tener
fe no es solamente creer que Dios existe, o que Jesús es el Hijo de Dios. Para
los cristianos tener fe es creer que Jesús puede curarme, puede salvarme, puede
hacerme plenamente feliz. ¿Has sentido alguna vez la alegría de sentirte curado
por Jesús? ¿Deseas con todo el corazón revivir esta experiencia o
experimentarla por primera vez? Adelante. Ten fe. Reza. Busca a Jesús en la
oración, en tus hermanos. Está deseando curarte de eso que tanto te pesa.
Al
tocar la luz del día mis ojos, Señor, mi corazón
se levanta hacia Ti en busca de tu mirada.
Escucha
las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate
atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta.
Da
respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud, Tú que
eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío.
A Ti
abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar: de mañana,
en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones; de mañana,
ante tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.
Oye mi
voz, Señor, Tú que eres bueno y compasivo y alienta
mi vida que busca en Ti luz y calor.
A Ti me
acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme.
En ti
pongo mi confianza, como un niño en su madre: ayúdame.
A Ti
abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame.
A Ti
ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo.
A Ti,
que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame.
Mi
corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en Ti.
Bendíceme,
Señor, y guíame por el camino justo; como un gran escudo,
defiéndeme, sé mi fortaleza.
Que tus
alas, Señor, me cobijen y me guarden mientras yo voy
viviendo el día que hoy me entregas.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era
en el principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
La fe
no nos encierra, nos hace abiertos, solidarios. Aquel centurión no pidió para
él, pidió para un criado, intercedió por él. Interceder es rezar por el otro,
trabajar por el otro, dar la cara por el otro, dar voz a los que no tienen voz.
Hay mucha gente que ha intercedido, que intercede por ti. Hay muchas personas
que necesitan tu intercesión.
"Gracias Señor por las personas que interceden por mi"
"Gracias Padre por las personas que interceden por los más
pobres"
"No dejes nunca Señor que me ahogue en
mis problemas"
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