María dijo:
Mi alma canta la grandeza del
Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi
Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su
servidora.
En adelante todas las
generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su
brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de sus
tronos, y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los
hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su
servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
María
es la mujer del Adviento, la mujer que espera a Dios, acoge a Dios, se deja
transformar por Dios... Le pedimos que nos ayude a esperar todo de Dios, a
acogerlo en todo momento, a dejarnos transformar por sus designios.
María
es la mujer que se fía. No sabe cómo será eso que le anuncia el ángel. Tampoco
sabe cómo vendrá a ella la fuerza del Altísimo, cómo va a ser la madre del Hijo
de Dios. Pero se fía. Dios sabrá. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Podemos
rezar repitiendo las palabras finales de este Evangelio: Aquí está la esclava
del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Gracias,
Señor, porque cuentas con personas pequeñas y humildes, por fijarte y llamar a
María, por contar conmigo.
Gracias
porque jamás avasallas; propusiste, no impusiste a María la misión de ser Madre
de Jesús y esperaste su respuesta.
También
a mí me muestras una misión y esperas, a veces muchos años, mi aceptación.
Gracias,
Señor, porque tú haces posible lo imposible, en María, en mí y en todas las
personas que se fían de ti y cumplen tu voluntad.
Gracias,
Señor, por tu Espíritu Santo, el Espíritu creador de vida, en el alma y en el
cuerpo de María, en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo.
Gracias, María; por enseñarnos a preguntar
a Dios lo que no entendemos; por fiarte de Él; por ayudarnos a decir contigo y
como tú: "Hágase en mi según tu palabra".
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