El primer día de la semana, de
madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María
Magdalena fue al sepulcro y
vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del
otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo
salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo
corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las
vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía,
y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que
había cubierto la cabeza de Jesús; éste no estaba caído con las vendas, sino
enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo,
que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Celebramos
la fiesta de San Juan. En su evangelio nos cuenta la experiencia de su
encuentro con Jesús, una experiencia que se resume con una palabra: amor. Por
amor, el Señor nació. Por amor, curó. Por amor, predicó. Por amor, murió
y resucitó.
"Señor
haznos testigos de tu amor"
En el
evangelio de hoy, Pedro y Juan se encuentran con el sepulcro de Jesús abierto y
las vendas por el suelo: los primeros signos de la resurrección del
Maestro.
"Damos
Una mirada nueva para descubrir los signos de la resurrección en mi vida, en las familias, en la Iglesia, en el mundo"
Juan corría
más que Pedro, pero lo esperó. Es un detalle interesante. En nuestras familias,
en la Iglesia ocurre algo similar: unos corren más rápidos que otros, unos son
más "avanzados", otros más "prudentes". Es más importante llegar
juntos que llegar el primero.
"Señor,
concédenos el don de la unidad"
"Perdona
nuestras prisas"
"Gracias por las personas que saben
esperar"
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