Durante su embarazo, María partió y fue sin demora
a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a
Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su
vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado
de parte del Señor».
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu
se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la
pequeñez de su servidora».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Pueden ayudar estas ideas:
"Dios ha irrumpido en la historia del hombre
haciéndose uno de nosotros. Por obra y gracia de Dios se han logrado las
aspiraciones de todo hombre: llegar a ser como Dios. El Hijo de Dios, encarnado
en María, lleva a su pleno cumplimiento las promesas hechas a nuestros antiguos
padres, desde aquella primera Buena Noticia dada en el paraíso terrenal.
María, la Madre del Hijo de Dios Encarnado, se convierte en la portadora
de esa salvación para Isabel que queda llena del Espíritu Santo, el cual es el
único que nos hace participar de la Vida y Salvación que Dios nos ofrece en
Jesús; y Juan el Bautista queda santificado y da brincos de gozo en el vientre
de su madre.
Esa salvación será salvación nuestra en la medida en que no la
rechacemos, sino que la hagamos nuestra.
María, además de Madre de Jesús, es para nosotros figura y prototipo de
la Iglesia que se convierte en misionera, en portadora de la salvación, en
engendradora del Salvador en el corazón de todos los hombres por la Fuerza del
Espíritu Santo que habita en ella.
Ojalá y también nosotros, como Iglesia, seamos capaces de ir hasta los
lugares más apartados y escarpados del mundo para que Cristo sea conocido,
amado, anunciado y testificado.
María viene como un signo de la manera en que nosotros nos hemos de
encontrar y comprometer con su Hijo para que sea luz, guía y fortaleza en
nuestro camino hacia la perfección en Dios, a la que todos hemos sido
convocados."
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