Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del
Espíritu Santo y dijo proféticamente:
Bendito sea el Señor, el Dios
de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvamos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.
Así tuvo misericordia de
nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedemos que, libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida.
Y tú, niño, serás llamado
Profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
Zacarías
da gracias, bendice a Dios... Reza despacio con sus palabras. Dios
sigue haciendo hoy las mismas maravillas que relata el padre de Juan
Bautista. La Iglesia llama a esta oración de Zacarías "Benedictus".
Sol que
naces de lo alto sin querer quedarte arriba.
Luz que
brillas en el cielo para hacer crecer la
vida.
Vuelve
a nuestro mundo soñoliento la paz que le es
robada sin saberlo, la sed del que
marcha hacia una meta y el hambre
insaciable de querer ser más pequeños.
Danos
tu amor ingente y encendido para deshacer el
hielo del olvido y la ceguera que reinan lejos del
pesebre.
Y
empezar así, como recién nacidos, a aprenderlo todo,
todo de nuevo: las palabras, los silencios, los deseos
y los miedos de la gente.
Villancicos
que traéis su fiel recuerdo, estrellas que
alumbráis en la noche su presencia, enseñadnos el surco
profundo y extenso en que la vida de Dios se va forjando libremente: más humana, más
cercana, más fraterna.
Y
despertad en nosotros el deseo apasionado de acogerla
entre los brazos, de glosar sus balbuceos, de alimentar en su
mirada nuestros más endebles sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario