Jesús entró en el Templo y,
mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo, para decirle: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha
dado esa autoridad?»
Jesús les respondió: «Yo
también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué
autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de
los hombres?»
Ellos se hacían este
razonamiento: «Si respondemos: "Del cielo", Él nos dirá:
"Entonces, ¿por qué no le creyeron?" Y si decimos: "De los
hombres", debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un
profeta».
Por eso respondieron a Jesús:
«No sabemos».
Él, por su parte, les
respondió: «Entonces Yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto».
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Ante la
pregunta de los sacerdotes y ancianos, Jesús responde con otra pregunta. Si
leemos con atención el Evangelio nos daremos cuenta de que a veces Jesús no
responde las preguntas que le hacen. Normalmente Jesús no responde a las
personas que no preguntar para saber, sino para atacar, para reírse. Sin
embargo, Jesús siempre responde a los que quieren saber.
"Dame
Señor sabiduría para responder y para callar"
"Perdona
y cura mi mala intención cuando hablo"
Los
sumos sacerdotes y los ancianos no están abiertos a la verdad de Jesús. No
estaban abiertos a Dios. Creían que Dios estaba con ellos y bendecía todas sus
acciones. A veces nosotros tampoco estamos abiertos. Continuamente podemos
encerrarnos en nuestras ideas, en nuestros errores. Es necesario estar siempre
abiertos para que el Señor nos conduzca cada día a una verdad más plena, a una
vida más auténtica, a una fe más purificada.
"No
permitas Señor que nuestra vida se estanque"
"Ábrenos
Señor el corazón a tu Palabra"
"Guía
Jesús nuestros pasos"
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