Jesús dijo a sus discípulos:
«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en
el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está
en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos
en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu
Nombre?"
Entonces Yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí,
ustedes, los que hacen el mal".
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en
práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes,
soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque
estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las
lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la
casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba
asombrada de su enseñanza, porque Él les enseñaba como quien tiene autoridad y
no como sus escribas.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Hoy el
Evangelio nos recuerda que ser cristiano es vivir de acuerdo con la Palabra de
Dios, es cumplir la voluntad de Dios en cada momento del día. Sin embargo,
muchas veces nos conformamos con rezar, con ir a misa... Olvidamos ser
cristianos en la familia, en el lugar de estudio o trabajo, con los amigos...
En definitiva, somos cristianos a ratos, cuando nos resulta más sencillo y
menos arriesgado. Y ponemos mil excusas para justificarnos.
A veces
nos asusta "cumplir la voluntad de Dios". Parece que vamos a perder
nuestra libertad. Tenemos miedo de escuchar a Dios, no vaya a ser que nos
pida hacer lo que no nos apetece. La experiencia de los que se fían de
Dios y cumplen su palabra nos dice más bien lo contrario. Aunque parezca
incomprensible para la razón, la experiencia nos enseña que cuanto
más obedeces a Dios, más libre eres. ¿Ha habido alguien más obediente al Padre
que Jesús? No. ¿Ha habido alguna persona más libre que Jesús? Nadie. ¿Queremos
seguir su ejemplo? Pedimos al Espíritu que nos ayude a avanzar por este camino.
Siguiendo
la voluntad de Dios, no estamos a salvo de vientos, lluvias y ríos
desbordados. Los problemas llegan a todos. Es más, en ocasiones las
dificultades vendrán precisamente por vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.
Entonces surgen las dudas y crecen las ganas de seguir otros caminos
más fáciles... ¿Qué hacer? Confiar en Jesús: él está con nosotros y nuestra
casa, nuestra vida no se hundirá.
Cantar
tu nombre, Señor, con palabras, pero sobre todo con
vida.
Contar
tu historia, Señor, con relatos, pero sobre todo con vida.
Repetir
tu enseñanza, Señor, con historias, pero sobre todo con vida.
Traer
tu esperanza, Señor, con promesas, pero sobre todo con vida.
Construir
tu Reino, Señor, con proyectos, pero ante todo con
vida.
Porque
una vida que te canta y que te cuenta, que te anuncia y te acerca, es una
vida plena.
Amén
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