Jesús dijo a sus discípulos:
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los
cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para
destrozarlos.
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos:
en esto consiste la Ley y los Profetas.
Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es
angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que
lo encuentran.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
No deis
lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos. ¡Qué duras son
las palabras de Jesús! Son tan duras como verdaderas. A veces ofrecemos lo
mejor de nosotros mismos, los tesoros de nuestra fe, las perlas de nuestra
intimidad a personas que, con culpa o sin ella, no están capacitadas
para comprender, para acoger con respeto, para valorar el don que se les
ofrece.
No nos
quiere decir Jesús esas personas no merezcan nuestro amor. El amor debe ser
generoso, pero no puede ser ciego, ha de ser inteligente. Un amor ciego no
ayuda ni al amante ni al amado.
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
Tratad
a los demás como queréis que ellos os traten. Para actuar así hay que ponerse
en la piel del otro, descubrir las necesidades profundas y tratar de responder
a esas necesidades. No significa simplemente dar a cada uno lo que pide. A
veces necesitamos ánimo, otras veces freno; en algunas ocasiones precisamos
comprensión, en otras crítica; hay momentos en los que nos hace bien un
pellizco y en otros un caricia...
Tratad
a los demás como queréis que ellos os traten.
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
Entrad
por la puerta estrecha y avanzad por el camino angosto. Entrad porque conducen
a la Vida.
¿Cómo
son las puertas y el camino de tu vida? ¿A dónde conducen? ¿Qué le dices a
Dios?
Mi
equipaje será ligero, para poder avanzar
rápido.
Tendré
que dejar tras de mí la carga inútil: las
dudas que paralizan y no me dejan moverme.
Los
temores que me impiden saltar al vacío contigo.
Las
cosas que me encadenan y me aseguran. Tendré
que dejar tras de mí el espejo de mí mismo, el “yo” como únicas gafas, mi palabra ruidosa.
Y
llevaré todo aquello que no pesa: Muchos nombres con su
historia, mil rostros en el recuerdo, la vida en el horizonte, proyectos para el camino.
Valor
si tú me lo das, amor que cura y no exige. Tú como guía y maestro, y una oración que te haga presente:
“A ti,
Señor, levanto mi alma, en ti confío, no me
dejes. Enséñame tu camino, mira mi esfuerzo. Perdona
mis faltas. Ilumina mi vida, porque espero en ti".
Amén
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