Jesús dijo a sus
discípulos:
No juzguen, para
no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará,
y la medida con que midan se usará para ustedes.
¿Por qué te fijas
en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en
el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Deja que te saque la paja de tu
ojo», si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Palabra
del Señor
¿Qué me
quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dicen que todos los aficionados al fútbol tienen
alma de seleccionador nacional. Pero parece que todavía tenemos más afición a
ser jueces, jueces de los demás, por supuesto; jueces de lo que hacen, de lo
que dicen, de lo que callan... Juzgamos la ropa y el peinado, las apariencias y
el corazón, la alegría y la tristeza del vecino... Si somos clásicos juzgamos y
criticamos a los más modernos, y viceversa.
No juzguéis y no seréis juzgados –dice el Señor-.
Padre bueno, que nos
descubriste, mediante tu Hijo, la alegría
del perdón,
la valentía del amor al enemigo, el
imperativo de "no juzgar", te
pedimos que borres tus reclamaciones de nuestro libro, como
haremos nosotros con las nuestras.
Así conseguiremos un libro blanco y limpio, dispuesto
para los mensajes de alegría, de bondad,
de fraternidad, de amor.
Haznos sentir el perdón como
un tesoro recibido de ti y generador
de convivencia pacifica, hasta tal
punto
que no necesitemos volver a reclamar, porque
todos los rencores quedarán ahogados.
Tú, que nos conoces por dentro y
que podrías llenar mil páginas con los
fallos de nuestra biografía personal, pero
prefieres la indulgencia, haznos
capaces de imitarte en nuestras relaciones difíciles con el prójimo.
Te lo pedimos por Jesucristo, tu
hijo y Señor nuestro. Amen.
Qué bien está quitar la mota del ojo del prójimo si
antes nos dejamos quitar la viga del nuestro. A veces parecemos estar muy
dispuestos a ayudar a los demás, llenos de buena intención, olvidando que
también nosotros necesitamos ayuda, conversión y curación. Amar y ser amados,
curar y ser curados... Esta es nuestra vocación.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Amén
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