Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilatos
que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus
cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado
era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido
crucificados con Jesús. Cuando llegaron a Él, al ver que ya estaba muerto, no
le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado
con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que
dice la verdad, para que también ustedes crean.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:
«No le quebrarán ninguno de sus huesos».
Y otro pasaje de la Escritura, dice:
«Verán al que ellos mismos traspasaron».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
El corazón representa la sede de los sentimientos.
Hoy queremos adentrarnos en las profundidades del corazón de Jesús, queremos
conocer y saborear un poco mejor sus sentimientos, para que los nuestros sean
cada vez más parecidos a los suyos.
El corazón de Jesús no se contenta con el lamento,
es un corazón capaz de movilizar las piernas, de agudizar la visión, de poner
en marcha la cabeza. para aliviar cargas,
agobios, cansancios... El amor de Jesús es creativo, imaginativo, busca el
camino más adecuado, no retrocede cuando se acerca la cruz.
¿Qué sentimientos ocupan tu corazón?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Cómo es tu amor?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
El Evangelio nos invita a mirar a Jesús, a mirarlo
atravesado en la cruz…
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque
tú no me juzgas, no me rechazas, ni me exiges nada. Sólo me esperas a la
puerta, para que cuando regrese, siempre la encuentre abierta.
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque
sólo el que ama y recibe al otro, perdona de verdad y tú me aceptas y me
quieres tal como soy.
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón y en
ella sana la herida de mi alma, porque tus ojos cicatrizan las huellas de mis
culpas y debilidades.
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque
te colocas junto a mí, junto a mis heridas, junto a mi dolor.
Jesús, sólo en tu mirada encuentro amor,
compasión, calor que quema y apaga mi culpa y mi dolor.
Jesús, sólo en tu mirada encuentro perdón, palabra
de aliento, caricia de brisa suave, abrazo de comprensión.
Jesús, tu mirada me libera del peso de mi
culpabilidad, de la condena de mis faltas, del rechazo de mis maldades.
Jesús, tu mirada me purifica y tu corazón me
santifica y me sana. Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón.
Amén
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