viernes, 12 de junio de 2015

NO LE QUEBRARAN NINGUNO DE SUS HUESOS



Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilatos que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.


Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a Él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.


El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.


Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:

«No le quebrarán ninguno de sus huesos».

Y otro pasaje de la Escritura, dice:

«Verán al que ellos mismos traspasaron».


Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


El corazón representa la sede de los sentimientos. Hoy queremos adentrarnos en las profundidades del corazón de Jesús, queremos conocer y saborear un poco mejor sus sentimientos, para que los nuestros sean cada vez más parecidos a los suyos.

El corazón de Jesús no se contenta con el lamento, es un corazón capaz de movilizar las piernas, de agudizar la visión, de poner en marcha la cabeza. para aliviar cargas, agobios, cansancios... El amor de Jesús es creativo, imaginativo, busca el camino más adecuado, no retrocede cuando se acerca la cruz.


¿Qué sentimientos ocupan tu corazón?

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Cómo es tu amor?

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?


El Evangelio nos invita a mirar a Jesús, a mirarlo atravesado en la cruz…


Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque tú no me juzgas, no me rechazas, ni me exiges nada. Sólo me esperas a la puerta, para que cuando regrese, siempre la encuentre abierta.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque sólo el que ama y recibe al otro, perdona de verdad y tú me aceptas y me quieres tal como soy.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón y en ella sana la herida de mi alma, porque tus ojos cicatrizan las huellas de mis culpas y debilidades.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque te colocas junto a mí,  junto a mis heridas, junto a mi dolor.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro amor, compasión,  calor que quema y apaga mi culpa y mi dolor.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro perdón, palabra de aliento, caricia de brisa suave, abrazo de comprensión.

Jesús, tu mirada me libera del peso de mi culpabilidad, de la condena de mis faltas, del rechazo de mis maldades.

Jesús, tu mirada me purifica y tu corazón me santifica y me sana. Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón.

Amén

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