viernes, 19 de junio de 2015

AHÍ DONDE ESTÁ TU TESORO, ESTÁ TU CORAZÓN



Jesús dijo a sus discípulos:

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado. Pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Parece que esta generación da la espalda a la fe, da la espalda al amor de Dios, parece que prefiere otras cartas: la carta del dinero, la carta del placer por encima de todo, la carta de la comodidad, la carta del acumular. Son cartas mediocres, sin duda, porque cuando la vida saca las cartas del sufrimiento, la carta de la muerte, la carta de la tristeza y el sinsentido ¿de qué sirve el dinero, la comodidad, el placer y el egoísmo? No sirven de nada. Si sólo tenemos estas cartas, tarde o temprano, perderemos la partida. Contra la carta de la muerte y del sufrimiento, sólo puede vencer el as del amor y el comodín de la fe.  No amontonéis tesoros en la tierra.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Los tesoros que tanto deseo y tan vivamente me atraen haciéndome soñar con ricos presentes, no están en el pasado, digan lo que digan doctores sabios y épicos poetas con sus cantos.

Están en el futuro esperado y hay que buscarlos y encontrarlos para no morir de sed y empobrecidos en estos lugares y tiempos que juegan a despistarnos con  sus rebajas y ofertas.

A veces están escondidos, como las perlas, en campos de otros, y otras nos sorprenden por su manifiesta cercanía.

Pero no se gastan ni apolillan pues surgen de tus entrañas vivas.

Los tesoros que tanto deseo y tan tercamente me atraen tienen siempre sintonía con la voz de los profetas, los pasos de los romeros y los sueños de tus preferidos.

Por eso ando en su búsqueda, sin tregua, desde la madrugada hasta la noche bien entrada; a veces con velas vacilantes, otras con candil o linterna, siempre con el corazón en ascuas.

Los tesoros que tanto quiero y con tanta pasión me enamoran, ni se compran ni se venden ni pertenecen a mis posesiones, pero me ofrecen gratis tu riqueza y hacen que mi corazón repose.

Amén

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