viernes, 12 de septiembre de 2014

NO JUZGUEN Y NO SERÁN JUZGADOS



Jesús dijo a sus discípulos:

«No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».

Les hizo también esta comparación: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?

El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.

¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo", tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano».

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Los ejemplos de este Evangelio son claros. Son fáciles de comprender. A nosotros nos toca aplicarlos a nuestra vida: ¿Cuáles son las vigas que llevamos en los ojos? ¿Que tendríamos que cuidar en nosotros mismos, antes de intentar ayudar a los demás? Cuidarnos es, además de una obligación moral, una exigencia del amor al prójimo.

¿Qué te dice Dios?

¿Qué le dices?


Jesús nos previene también contra la hipocresía: a veces tenemos vista de lince para descubrir los fallos de los demás y de topillo para descubrir nuestros errores. Tenemos que hacer un esfuerzo para ver a los otros y a nosotros mismos con la máxima objetividad. Tampoco sería bueno destacar sólo los pecados propios y las virtudes ajenas.

“Señor, ayúdanos a ver claro”

“Danos fuerza para cambiar”

“Perdona nuestra hipocresía”.


Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón, con la luz de tu Verdad y de tu Amor, para que yo me haga cada día más sensible al mal que hay en mí, y que se esconde de mil maneras distintas, para que no lo descubra.

Sensible a la injusticia que me aleja de Ti y de tu bondad para con todos los hombres y mujeres del mundo.

Sensible a los odios y rencores que me separan de aquellos a quienes debería amar y servir.

Sensible a la mentira, a la hipocresía, a la envidia, al orgullo, a la idolatría, a la impureza, a la desconfianza, para que pueda rechazarlos con todas mis fuerzas y sacarlos de mi vida y de mi obrar.



Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón, para que yo me haga cada día más sencillo, más sincero, más justo, más servicial, más amable en mis palabras y en mis acciones.



Ilumina, Señor, mi entendimiento y mi corazón, para que Tú seas cada día con más fuerza, el dueño de mis pensamientos, de mis palabras y de mis actos; para que todo en mi vida gire en torno a Ti; para que todo en mi vida sea reflejo de tu amor infinito, de tu bondad infinita, de tu misericordia y tu compasión.



Dame, Señor, la gracia de la conversión sincera y constante.

Dame, Señor, la gracia de mantenerme unido a Ti siempre, hasta el último instante de mi vida en el mundo, para luego resucitar Contigo a la Vida eterna. Amén.

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