Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados,
sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: «¿Por qué ustedes hacen lo que no está
permitido en sábado?»
Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él
y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los
panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de
comer a sus compañeros?»
Después les dijo: «El Hijo del hombre es dueño del sábado».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Los fariseos están al acecho. Espían a Jesús y a
sus discípulos, para ver de qué los puedes acusar.
Los acusan de incumplimiento de la ley del sábado.
Utilizan la ley para atacar, para condenar. Jesús les explica con un ejemplo el
verdadero sentido de la ley del sábado y de todas las leyes. Las leyes tienen
su sentido, pero están al servicio de las personas. Las personas no pueden
convertirse en esclavas de la ley. Además Él está por encima de cualquier ley:
es señor del sábado.
¿Estamos al acecho de alguna
persona?
¿Utilizamos la ley para condenar?
Pedimos perdón.
Damos gracias a Jesús que nos libera del peso de la
ley.
Señor, Tú nos ofreces tu palabra y tu ley, para compartir
con nosotros tu sabiduría, para que conducirnos por el camino de bien, para buscar
la concordia y la paz, para ayudarnos a encontrarnos contigo.
No permitas que utilicemos la ley para condenar, para someter
a las personas más débiles, para defender los intereses de los poderosos, para justificar
injusticias y atropellos, para convertirla en un ídolo sin corazón.
Señor, danos sabiduría para comprender tu ley, confianza para
aceptarla como camino de vida y acierto para
mostrarla en positivo a los demás.
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