Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús:
«¡Te seguiré adonde vayas!»
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo
sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Señor, permíteme que vaya
primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos
entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los
míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia
atrás no sirve para el Reino de Dios».
Palabra del Señor
¿Qué
me quieres decir, Señor?
¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ser cristiano no es solamente conocer a Jesús,
rezar, cumplir ciertas obligaciones, hacer cosas por los demás... Ser cristiano
es fundamentalmente seguir a Jesús, seguir a Jesús por el camino que él nos
vaya marcando.
¿Cómo descubrir este camino? A través de la oración,
de la reflexión, del acompañamiento espiritual...
¿Estas dispuesto a seguir a Jesús por la senda que
te señale? ¿Qué medios pones y podrías poner para escuchar su voz? ¿Qué te dice
Dios? ¿Qué le dices?
El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Seguir a Jesús normalmente pasa por la pobreza, por la austeridad, Vivir en pobreza sólo es posible si confío en él, si tengo a Dios cómo el mejor tesoro.
El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Seguir a Jesús normalmente pasa por la pobreza, por la austeridad, Vivir en pobreza sólo es posible si confío en él, si tengo a Dios cómo el mejor tesoro.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
La majestad no está en
los gestos de orgullo,
en la mirada altiva o el ceño
fruncido.
No está en la puerta
infranqueable o en la adulación cortesana.
Tampoco en la altura de
los rascacielos
o la privacidad de los accesos
exclusivos.
No está en las cenas de gala, la alta
costura, la joyería fina o los
gastos suntuosos.
La majestad poco tiene
que ver con protocolos
que encumbran al poderoso y ningunean
al débil.
¿Dónde, entonces?
En un rey sin trono,
palacio o ejércitos.
Sin cuenta corriente, sin
otro techo que el cielo.
Un rey sin más ley que el
amor desmedido,
sin más cetro que sus manos desnudas,
gastadas ya en tanta caricia, en tanta
brega, por tanto tirar de los
derrumbados.
Sin otra atalaya que la
cruz, y en ella,
el perdón por bandera, la paz por
escudo, y la justicia, inmortal, como apuesta eterna.
Seguir a Jesús es lo más importante, lo más urgente,
lo único necesario; más que enterrar a un muerto, o terminar una carrera
universitaria, o conseguir un trabajo, o alcanzar cualquier objetivo.
El seguimiento es la brújula que orienta toda
nuestra vida (familiar, social, comunitaria, religiosa)
¿Cómo lo vives? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Maestro, te seguiré
adonde vayas; Maestro, dedicaré un tiempo cada día a estar
contigo;
Maestro, me gustaría
comprometerme con una buena causa;
Maestro, voy a compartir
una parte de mi dinero;
Maestro, quiero seguir el
camino que Tú me señalas:
Maestro, lo que más
quiero en esta vida es...
Pero, Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre; déjame terminar primero la carrera o la oposición; déjame criar primero a mis hijos; déjame pagar primero la hipoteca; déjame que antes resuelva todas mis dudas; déjame...
Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas; y tú vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas; y tú vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Acompáñame, Señor, en esta jornada,
para que sepa aprovechar cada momento, para seguirte, escucharte y hablarte,
para comprometerme y compartir;
para disfrutar la vida y entregarla
del todo. Amén.
Para estar contigo, me
libero de la alforja (mis preocupaciones); me quito las gafas (mis visiones); olvido
mi agenda (mis negocios); guardo la pluma en el bolsillo (mis planes); arrincono
el reloj (mi horario); me despojo de mi ropa (mis ambiciones); me desprendo de mis joyas (mis vanidades); renuncio a mi anillo (mis
compromisos); me quito los zapatos (mis ansias de huida); dejo, también, mis
llaves (mis seguridades); para estar sólo contigo, el único verdadero Dios.
Y, después de estar
contigo...
Tomo las llaves, para
poder abrir tus puertas.
Me calzo los zapatos,
para andar por tus caminos.
Me coloco el anillo, para
comprometerme contigo.
Me adorno con las joyas,
para asistir a tu fiesta.
Me visto con mi mejor
ropa, para salir a tu amplio mundo.
Recupero mi reloj, para
vivir al compás de tu tiempo.
Cojo mi pluma, para
escribir tus pensamientos.
Recobro la agenda, para
no olvidar tus citas conmigo, -mis citas contigo- a lo largo del día y del
camino. Me pongo las gafas, para poder ver el mundo a tu modo.
Y cargo con mi alforja, para llevar y sembrar tus promesas.
Y cargo con mi alforja, para llevar y sembrar tus promesas.
Amén
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