miércoles, 2 de marzo de 2016

YO NO HE VENIDO A ABOLIR, SINO A CUMPLIR



Jesús dijo a sus discípulos:

No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


Jesús en ocasiones no cumple algunos aspectos de la ley. Y es criticado por ello. Eso no significa que la ley sea para él inútil. El Evangelio de hoy nos lo dice. Jesús no ha venido a tirar a la basura la ley, sino a perfeccionarla.

Es curiosa la actitud de Jesús. A veces se salta la ley, sobre todo cuando tiene que beneficiar a personas. Y en otras ocasiones en mucho más exigente que la ley. Nos enseña así a valorar la ley, las leyes. Ni hay que absolutizarlas, ni hay que  ridiculizarlas.

El amor es la clave para entender cualquier ley.

Otra cosa importante: cuando hacemos alguna cosa mal, al principio nos duele, después nos acostumbramos, más tarde lo justificamos, a continuación lo enseñamos así a los hombres y, si nos descuidamos, criticamos a los que hacen lo correcto.

¿Qué te dice el Señor con este Evangelio? ¿Qué le dices?

“Señor, ayúdanos a amar por encima de cualquier ley”

“Danos tu Espíritu para ser fiel a tu ley”

“Perdona nuestras infidelidades y malos ejemplos”

Hay palabras que esclavizan y palabras que liberan...

Tu Palabra alimenta, no te lo decimos, Señor, de oídas nosotros hemos comido, nos hemos bebido tus palabras y nos han sabido a miel, bien sabrosas.

Te damos gracias, Señor, porque no nos falta tu Palabra, andamos escasos de pan, pero por lo menos te tenemos a ti.

Tu Palabra nos fortalece para buscar el pan, el pan nuestro, el pan de los pobres, el pan de todos: el pan de trigo, el pan del amor, el pan de la fe.

Tu palabra nos da fuerza para no desmayar en el camino, para luchar por la vida, por la justicia, por la paz.

Hemos experimentado que tu palabra da vida, nos recuerda que somos tus hijos queridos,
que en tu casa y en tu corazón hay un hueco para cada uno y que tu amor es más poderoso que nuestros errores.

Tu palabra nos anima a vivir como auténticos hermanos, y da un contento que contagia a todo el cuerpo.

Tu Palabra no es una droga que nos saca de este mundo, no nos da un bienestar momentáneo que pronto se esfuma.

Al contrario, tu Palabra nos desnuda y nos trae a la verdad Tu Palabra nos obliga a mirar lo que no queremos ver: a descubrir nuestra verdad y la verdad de nuestra sociedad.

Tu Palabra, Señor, transforma nuestros pensamientos, purifica nuestros sentimientos, cambia la vida entera.

Si la aceptamos, si aceptamos la conversión que nos propone sentimos luego que ella nos da vida verdadera, esa que el mundo no puede dar ni quitar

Señor, que no nos falte tu Palabra y que cada día respondamos a ella un poco más
Te lo pedimos por tu Palabra, Jesús, nuestro Señor.


Amén

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