jueves, 10 de marzo de 2016

EL PADRE QUE ME ENVIÓ, HA DADO TESTIMONIO DE MÍ



Jesús dijo a los judíos:

“Si Yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y Yo sé que ese testimonio es verdadero.

Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que Yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.

Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que Él envió.

Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.

Mi gloria no viene de los hombres. Además, Yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes.

He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ése sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que viene del único Dios?

No piensen que soy Yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí.

Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que Yo les digo?”


Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

A tiempo y a destiempo, en cualquier lugar, a cualquier hora, con el viento de espalda o un huracán a la contra; alegre o afligido, sereno o exaltado, descansado o exhausto, lleva el Amor por bandera.

No cejes en el intento de compartir la justicia.

No acomodes la Palabra en nombre de la prudencia, no adulteres la esperanza, proclama la Vida plena de quien con su voz nos llama y con su historia nos llena.

No niegues que eres apóstol, no olvides que eres profeta,  portador de una noticia que ha de atravesar la guerra, que ha de romper las paredes y ha de fecundar la tierra.

Amén

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