Jesús recorría la Galilea; no
quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de
las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero
en secreto, sin hacerse ver. Promediaba ya la celebración de la fiesta, cuando
Jesús subió al Templo y comenzó a enseñar.
Algunos de Jerusalén decían:
«¿No es éste Aquél a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y
nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el
Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es éste; en cambio, cuando venga el
Mesías, nadie sabrá de dónde es».
¡Entonces Jesús, que enseñaba
en el Templo, exclamó:
«¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, Yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió».
Entonces quisieron detenerlo,
pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Jesús
sabe que muchos judíos tratan de matarlo en Jerusalén. Por eso anda cauteloso.
No quiere provocar la reacción violenta de sus enemigos. Pero la cautela, no le
lleva a decir lo contrario de lo que piensa y sigue dando testimonio de aquél
que lo ha enviado. No se deja llevar ni siquiera por el miedo a la muerte. Su
voluntad es insobornable.
Tampoco
los cristianos deberíamos provocar la reacción contraria de nuestros
“enemigos”. No podemos provocar, pero tampoco podemos quedarnos callados. No
podemos traicionar a Dios. Es difícil este equilibrio, pero es necesario.
Pedimos
perdón por las veces en las que provocamos reacciones violentas.
Pedimos
perdón porque a veces nos callamos cobardemente o no decimos lo que pensamos
por miedo.
Damos
gracias porque Dios nos enseña a ser cautelosos y valientes a la vez. Pedimos
luz y fuerza.
Dicen que estoy "amenazado de muerte".
Es una advertencia para intimidarme, meterme miedo
en el alma y en el cuerpo y dejar que todo siga el curso que beneficia a los de siempre.
Sea lo que fuere, estoy tranquilo porque, si me
matan, no me quitan la vida.
Me sembrarán contigo y granaré desbordando sueños.
Los cristianos no estamos amenazados de muerte.
Estamos "amenazados de vida".
Porque Tú eres la vida, aunque estés crucificado en
la cumbre del basurero del Mundo, o enterrado en arrabales, suburbios y
favelas.
Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte.
¡Estamos amenazados de vida, de esperanza, de
amor...!
Porque tu hora, Señor, ha llegado, y recorres
nuestro mundo como río de agua viva.
Amén
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