Éste fue el origen de
Jesucristo
María, su madre, estaba
comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un
hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no
quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el
Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no
temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella
proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre
de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
Al despertar, José hizo lo que
el Ángel del Señor le había ordenado.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Hay procesos vocacionales muy
sencillos, sencillos, normales, difíciles, muy difíciles y como el de San José.
El Evangelio no se recrea contando las dudas, los sufrimientos y las
cavilaciones del carpintero. Pero nos podemos imaginar cómo estarían la cabeza
y el corazón de este hombre cuando se entera de que María está embarazada.
José no se precipita, no se
deja llevar por el "calentón": no denuncia a María, ni siquiera se
separa de ella.
José abre su corazón al Señor.
Y el Señor lo ilumina, no sabemos cuando, pero si sabemos que el Dios es poco
devoto de las prisas.
José se fía. No entiende, no
entiende nada. Deshace los proyectos soñados y camina sobre el mar de sus dudas,
con la seguridad de la fe.
En esta fiesta de San José
celebramos el Día del Seminario. Rezamos por los seminaristas, por los
sacerdotes, por todos los cristianos, niños, jóvenes y adultos para que
busquemos siempre conocer y cumplir la voluntad de Dios.
Te
damos gracias, Padre nuestro, por San José. Él fue CUSTODIO Y PROTECTOR de
María y de Jesús. Él es custodio y protector de la comunidad cristiana. Fue
custodio con humildad, en silencio, con una presencia constante y una fidelidad
total, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles, en el
viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en
el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo
en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el
taller donde enseñó su oficio a Jesús. Fue custodio y protector, aún cuando no
comprendía muchas cosas, con la atención constante a Ti, abierto a tus signos,
disponible a tu proyecto, y no tanto al propio. José es «custodio» porque sabe
escucharte, se deja guiar por tu voluntad, y precisamente por eso es más
sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo
los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones
más sensatas.
Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.
Danos, Padre Nuestro, la fuerza y la luz de tu Espíritu, para seguir el ejemplo de San José; para responder a tus llamadas, con disponibilidad, con prontitud; para proteger y guardar a Cristo en nuestra vida, como el mejor tesoro; para proteger y guardar a la gente, a cada persona, con amor, a los más cercanos y a los más frágiles, a los que se quedan en la periferia de nuestro corazón; para cuidar y salvaguardar la belleza de la creación.
Padre
Nuestro, para custodiar y proteger también tenemos que cuidar de nosotros
mismos. Ayúdanos a vigilar nuestros sentimientos, a estar atentos a nuestro
corazón, porque del corazón salen las intenciones buenas y malas: las que
construyen y las que destruyen. Danos acierto para limpiar de nuestra vida el
odio, la envidia, la soberbia, que ensucian la vida; para cultivar la bondad y
la ternura; la esperanza y la entrega.
Amén
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