Los discípulos, que retornaron
de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo
habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Todavía estaban hablando de
esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con
ustedes».
Atónitos y llenos de temor,
creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se
les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y
vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo».
Y diciendo esto, les mostró
sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que
se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?»
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y lo comió delante
de todos.
Después les dijo: «Cuando
todavía estaba con ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo
que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos».
Entonces les abrió la
inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba
escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones
la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo
esto».
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
¡Cuánto
cuesta a los discípulos creer en la resurrección del Maestro! Los que caminaban
a Emaús cuentan al resto lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan. Sin embargo, se aparece Jesús y ellos, llenos de
miedo, creían ver un fantasma, no acababan de creerlo.
“Nos
cuesta creer en la resurrección. Danos fe, Señor”
¡Paz
a vosotros! Es el saludo del Resucitado. Es el don que Dios nos hace en Pascua:
paz para nuestro corazón, paz para las familias, los pueblos, el mundo entero,
un don que tenemos que pedir y acoger.
“Señor,
resucítanos de toda forma de injusticia y violencia”
“Entra
Señor en nuestra vida. Haznos pacíficos y pacificadores”
Les
abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Las Escrituras hablan de
la pasión y muerte de Jesús, hablan también de nuestra vida, de nuestros
sufrimientos y alegrías.
No se anuncia. No se le espera.
Nadie lo ve ni oye. Pero, poco a poco, todos lo
notan, porque se pone en medio y nos saluda a su estilo, como siempre: Paz a vosotros.
Es la magia del Dios que nos ama.
Jesús de Nazaret ya está presente. Nada puede
detenerlo. Atraviesa puertas y ventanas, derriba muros y vallas, se cuela por
poros y brechas, transforma a las personas, recrea todas las cosas, renueva la
tierra y la historia.
Es la magia del Dios que nos ama. Y aunque la duda
se instale en nuestro corazón y mente, él sigue adelante mostrándonos sus
llagas de dolor, pasión y amor, pues lo suyo es compartir con amigos y
desilusionados lo mejor que tiene y trae: la esperanza del reino ya presente. Es
la magia del Dios que nos ama.
Basta y sobra un gesto de vida: buscar la misma
longitud de onda, asomarse a las ventanas, desempolvar las sandalias, entrar en
su cauce, seguir su estela desconcertante, prenderse de sus llagas... dejarse
azotar por su palabra... y caminar alegre y sin nada.
Es la magia de los que aman. Y todo se renueva.
Jesús de Nazaret ha resucitado. Nosotros somos
testigos de estas cosas.
Es la magia del Dios que nos ama y resucita.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario